Si no tiene capacidad de predicción, ¿es ciencia?

Imagen: Christian Schnettelker

Leo en La Vanguardia una entrevista con Jean Tirole, Premio Nobel de Economía.

Me interesa y sorprende su titular:

«Los economistas no son buenos en previsiones

Siempre había entendido que lo que caracteriza a una disciplina científica es su capacidad de predicción. Por eso no estoy seguro de a dónde apunta el profesor Tirole con su afirmación.

Una posibilidad es que insinúe que tal vez la Economía (la denominada ‘ciencia económica‘) no debería ser considerada como ciencia. Como mínimo, no en el mismo sentido que la Física, por ejemplo.

No sería el único apuntando en esa dirección. En su libelo  «La economía no existe«, Antonio Baños escribía, creo que más en serio que en broma, que la economía, “si fuera una ciencia, sería la ciencia del ya veremos”. En la misma línea, para el autor del muy recomendable «Economía para el 99% de la población»,

La economía nunca podrá ser una ciencia en el sentido en que lo son la química o la física […] en particular porque los seres humanos —a diferencia de las moléculas químicas o los objetos físicos— tienen voluntad propia y libre albedrío”.

Hay otras interpretaciones posibles. Pudiera ser que el comentario de Tirole no apuntara a la Economía, sino a la capacidad de predicción de los economistas. Un grupo social entre el que, citando a The Economist, «no abundan los intelectos humildes y pragmáticos«.

Aunque también puede ser que todo lo anterior sea una disquisición originada por la sensación creciente de que quizá nos convenga una mirada colectiva a los límites de las ciencias (no sólo de la Economía) y a las limitaciones de algunos científicos. Tema para próximas entradas.

 

 

Me pongo a dieta, de noticias

Una entrada personal motivada por una viñeta de The New Yorker.

No todo lo que se hace pasar por noticia merece serlo. Ni toda la información que nos intentan vender como tal es útil.

Cuando era mucho más joven, un hermano de mi madre que me hizo de mentor, un profesional de éxito multinacional, pero sobre todo una persona sensata, me aconsejó que no leyera los diarios cada día. Que para entender por dónde iba el mundo me limitara a las revistas semanales: empezando por The Economist, añadiendo Time o Newsweek y una europea como The Spiegel o el Nouvel Observateur. (Es posible añadiera hoy una publicación como Delayed Gratification, una magnífica revista trimestral que resume e infografía lo más relevante del último trimestre).

La insistencia de mi tío en ponerme a dieta de sería mayor en esta época, en que resulta demasiado fácil encontrarse suscrito a varias docenas de newsletters para las que apenas encuentro tiempo de leer ni siquiera los titulares. (Me consta que no soy el único. Descubro con frecuencia a un nuevo colega que tiene varios miles de correos por leer en su buzón).

Así que he decidido ponerme a dieta de noticias. Llevo varias semanas borrándome de la lista de distribución de un par de decenas de fuentes. A ver si eso me ayuda a enfocarme.

Universos paralelos

El anuncio de los primeros resultados públicos de Snap me confirma en mi impresión de que algunos no sólo vivimos en un universo paralelo a los usuarios de Snap, sino también en uno diferente al de sus inversores.

En resumen, durante el último trimestre, la empresa

  • Ha ingresado 149,6 millones de dólares.
  • Ha perdido 2.208 millones, de los cuales alrededor de 1.100 millones se atribuyen a la compensación a ejecutivos y empleados por el éxito de la salida a Bolsa. La siguiente partida en importancia es el coste de 722 millones de dólares en investigación y desarrollo.

Así y todo, estos números, que podrían seguramente ocasionar un mareo a un ‘controller’ convencional, no sorprenden tanto cuando se observa que la empresa tiene todavía 3.242 millones de dólares en caja. Lo cual sapunta a otra disonancia cognitiva: la dificultad de sintonizar con los criterios de los inversores que apuestan una suma de este calibre al futuro de una empresa como Snap.

Todo ello sin entrar en la que quizá sería la cuestión de más enjundia: ¿Cómo valorar que se esté dando tanta relevancia a una empresa cuyo objetivo nominal es que «las personas se expresen, vivan el momento, conozcan el mundo y se diviertan juntas«?

Viñeta: The New Yorker.

 

Un divertimento sobre ciencia, memoria y capacidad de computación

Un divertimento sobre ciencia sin necesidad de memoria ni capacidad de computación. Que puede leerse también como una alegoría sobre cómo, enfrentado a un pequeño problema científico,  alguien mentalmente perezoso, o poco inteligente, o echado a perder por la informática o simplemente no interesado por la verdadera ciencia puede no tener otra iniciativa que recurrir a los ordenadores.

Supongamos (querido lector, se trata sólo de un divertimento) que alguien le propone encontrar la suma de los (digamos) 3 primeros números impares. No tendrá dificultad para llegar a la única respuesta válida: 1 + 3 + 5  = 9.

Supongamos ahora que el reto fuera obtener la suma de (digamos) los 121 primeros números impares. ¿Qué haría usted? Hay más posibilidades de las que parece a primera vista.

Enfoque #1: Fuerza bruta.

Escriba los 121 números en una hoja de papel y súmelos (para lo cual, lamentablemente, más de uno y más de dos necesitarán usar una calculadora).

Se trata, como es obvio, de un enfoque para nada científico. La naturaleza de la ciencia es «generar y organizar conocimiento en forma de explicaciones verificables y predicciones» sobre los temas de los que trata. Lo cual claramente no sucede en el caso que nos ocupa. Porque el enfoque a base de fuerza bruta no ayuda para nada a predecir el resultado de sumar, por ejemplo, los 375 primeros números impares, supuesto que ello llegara a interesarnos.

Ante esta situación, no faltará quien proponga recurrir a la capacidad de cálculo de los ordenadores, dando así lugar al

Enfoque #2: Fuerza bruta informática.

Cualquiera mínimamente versado en el uso de una hoja de cálculo tendrá muy poca dificultad en colocar los 121 primeros números impares en una hoja y utilizar la función SUMA() para sumarlos (La dificultad será algo menor si toma en cuenta que la diferencia entre dos números impares consecutivos es igual a 2).

Voilà. Ha encontrado una solución técnica, pero no científica. Con un mínimo esfuerzo añadido, podrá calcular también la suma de los 375 primeros números impares. Y con un poco más de habilidad, generar una hoja que admita como parámetro el número de números impares cuya suma se nos ocurra pedirle, y calcularla al instante. Pero este enfoque, como el anterior, no es capaz de generar ni una explicación ni una predicción de los resultados. No es científico.

Enfoque #3. Una observación atenta, cuidadosa e inteligente.

Los buenos científicos tienen el buen hábito de, antes de aplicar la fuerza bruta, intentar encontrar respuestas sencillas a versiones simplificadas de los retos a los que se enfrentan. Con la esperanza, que muchas veces resulta cumplida, de que ello les proporcione pistas sobre la solución a los casos más complicados.

Adoptando este enfoque se obtiene de inmediato el sorprendente resultado de la figura. La suma de los tres primeros números impares es precisamente tres al cuadrado. Igualmente para los cuatro primeros impares, y para los cinco, y para …

Lo esperable es que, llegado a este punto, el científico proponga una hipótesis (o teorema, si se trata de un matemático): La suma de los ‘n’ primeros números impares es igual a ‘n’ al cuadrado. (El personaje de la fuerza bruta informática se apresurará probablemente a verificar que el ordenador confirma esta hipótesis. Pero ya hemos quedado en que no se trata de un científico).

A partir de este punto se abren dos ramas de pensamiento científico, ambas igualmente útiles pero radicalmente distintas.

Enfoque #4. Visualización creativa.

La idea es, en lugar de pensar sobre los números, apoyarse en una realidad que los represente, como los circulitos de la imagen. La combinación de una observación atenta y un poco de reflexión desvela por qué la suma de un cierto número de impares genera un cuadrado perfecto. Sin necesidad de continuar dibujando, vemos que para generar el siguiente cuadrado de cinco unidades tendríamos que añadir precisamente 9 círculos. Lo cual, además de confirmar la hipótesis, proporciona una (preciosa) explicación (que debería dejar entre asombrado y boquiabierto al personaje de la hoja de cálculo).

Podría ser suficiente. Pero acabaré mencionando dos enfoques alternativos para quienes tengan una mínima querencia por las matemáticas.

Enfoque #4. Inducción.

Con las definiciones de la imagen, el objetivo es, partiendo de la hipótesis de que S(n) = n**2, demostrar que S(n+1) = (n+1)**2.

Lo cual requiere sólo un mínimo de álgebra elemental:

En el lenguaje científico, este tipo de estrategia se conoce como demostración por inducción. Un enfoque que el lector entusiasta puede utilizar para demostrarse fácilmente que «cualquier número natural mayor que 1 es el producto de como mínimo dos números primos«.

Enfoque #6. Álgebra.

Dejo para el lector entusiasta rellenar los huecos de la demostración algebraica esbozada en la imagen, para lo cual no necesitará más que recursos elementales de matemáticas de bachillerato.

 

Fin del divertimento.

Quizá me entretenga, con mayor probabilidad si alguien me lo pide, en buscar otros ejemplos interesantes de ciencia que no necesiten ni memoria ni capacidad de computación.

Hemos de dar más valor a lo humano

Entiendo esta viñeta de El Roto en El País como una llamada a clarificar nuestros valores en la mirada al triple terreno de la tecnología, el progreso y la esencia de la naturaleza humana.

Una llamada de atención que propician titulares como éste: «Science Has Outgrown the Human Mind and Its Limited Capacities«. (La ciencia sobrepasa la mente humana y sus capacidades limitadas).

El punto de partida del articulista es que «la ciencia está en medio de una crisis de datos» y que «una estrategia prometedora es integrar máquinas e inteligencia artificial en el proceso científico», porque «las máquinas tienen más memoria y una capacidad de computación mayor que el cerebro humano.»

Sin embargo, no es para nada evidente que la memoria y la capacidad de computación sean imprescindibles para la ciencia. Como mínimo para que la Wikipedia define como «una actividad sistemática que genera y organiza el conocimiento en forma de explicaciones verificables y predicciones sobre el universo». (Un contraejemplo en una próxima entrada).

A lo que tal vez apunta el articulista es que el volumen de la producción de los científicos (o de quienes se autocalifican como científicos) ha crecido más allá de la capacidad de lectura, de asimilación y de comprensión de un individuo. Pero pudiera ser que la crisis a la que se refiere no sea consecuencia de un exceso de datos sino de una mala selección de buenas preguntas.

Sabemos que situaciones de este tipo se dan en otros ámbitos.

  • En el ámbito del Big Data, por ejemplo, se evidencia que es cada vez más importante saber qué preguntar y para qué.
  • Los medios generan un exceso de informaciones, algunas de las cuales no deberían ser noticias y otras no tendrían por qué interesarnos. Lo razonable no es intentar procesarlas todas, con o sin ayudas de inteligencia artificial. Lo sano y sensato es tener una conciencia clara de la naturaleza de las informaciones que debemos estar abiertos a sintonizar y de aquellas de las que es mejor ignorar incluso la existencia. Lo cual, corregido y aumentado, se aplica también a las redes sociales.

Por contra, por citar sólo un ejemplo, la publicación de Einstein en 1905 sobre la teoría de la relatividad no hace referencia a ningún dato experimental. No hacía falta, porque la base su investigación no era analizar datos, sino plantearse buenas preguntas. Sobre las que trabajó, dicho sea de paso, recurriendo a la creatividad y no a la computación.

No dejemos que nos engañen. La tecnología, incluyendo la inteligencia artificial y los robots, sólo proporciona respuestas. Sin desvelar a menudo la ‘pregunta poderosa(¿Para Qué?) a la que responde su existencia. Creo que está en la esencia del ser humano la capacidad y la responsabilidad de formular preguntas pertinentes. Por eso me irrita y a la vez preocupa constatar los esfuerzos cada vez más visibles de quienes se esfuerzan en menospreciar las capacidades de los humanos para (sobre)vender mejor las prestaciones de sus artefactos. No deberíamos perder esta batalla.

 

Un panorama asombroso y aterrador

Corremos en masa hacia lo virtual porque lo real nos exige demasiado.
(Nicholas Carr)

El anuncio de los planes de Facebook para integrar la realidad virtual y la realidad aumentada en su estrategia ha tenido un eco considerable, que no es mi intención aumentar desde aquí.

Me sorprende, sin embargo, encontrar pocas menciones del precedente de Google Glass, un intento de Google con intenciones similares (y tecnología menos potente, supongo) que a la postre resultó fallido después de ser (según Fortune) uno de los ‘gadgets’ más sobrevendidos.

Confieso que no me disgustaría que las intenciones de Facebook sobre sus aplicaciones de la realidad virtual tuvieran un final similar a las de las gafas de Google. Por los mismos motivos que en su momento me suscitó el anuncio de Google:

  • La sensación creciente de que, como escribía Morozov en el New York Times, los gurús tecnofílicos de Silicon Valley se han embarcado en el empeño de ofrecernos posibilidades virtuales de desviar nuestra atención de la realidad real.
  • En The New Yorker, George Parker escribía en la misma línea: «Cuando las cosas no funcionan en el reino de lo real, la gente se dirige hacia el reino de los bits. Si el mundo físico resulta ser intransigente, podemos refugiarnos en el virtual».

Recuerdo al respecto que la afirmación del ex-CEO deGoogle, en Barcelona hace 10 años, de que los móviles nos convierten en cyborgs, pero del buen género. Me alarmó, sobre todo, porque lo decía tan satisfecho. Seguramente porque un futuro de cyborgs domesticados, consumidores de una realidad virtual filtrada por Google (o Facebook) sería bueno para el futuro de su negocio.

De vuelta a 2017, un medio nada sospechoso de tecnofobia como Business Insider titulaba que «la visión de Facebook para el 2026 es asombrosa y aterradora».

Sólo añadiré que, en la literatura de todos los tiempos, la presencia del diablo es también asombrosa y aterradora. Pura coincidencia, seguramente.