Los diseñadores de crisis prosperan polarizando
«Our civilization is invaded by those set to destroy it.»
Wheatley, Margaret
Un artículo en The Guardian sobre la infuencia de los ‘think tank‘ conservadores incluye una cita remarcable de Milton Friedman:
“Sólo una crisis, real o percibida – genera un cambio real. Cuando tiene lugar esa crisis, las acciones que se emprendan dependen de las ideas que haya en el entorno. esta es nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes y mantenerlas vivas hasta que lo políticamente imposible se convierta en lo políticamente inevitable.»
Es un reflejo, y por eso demasiado fácil y potencialmente engañoso, apostillarla como típica de la derecha ultraliberal y reaccionaria. Porque desde posiciones autoproclamadas como progresistas se sostienen posturas que se me antojan en la misma línea:
«La polarización de la sociedad es una herramienta no sólo correcta, sino imprescindible para vencer la pasividad de una sociedad dormida y por tanto fácil de dominar.»
En una entrevista en el mismo medio, un adalid de la desobediencia civil sostiene que «para ganar ha de crecer la tensión […] y se ha de dar por sentada la reacción de la extrema derecha», porque «la represión no ha de ser perjudicial para el movimiento; más bien al contrario, se puede utilizar la represión contra los represores […] Su represión provoca una respuesta negativa de la gente que la ve.»
Pienso que es pertinente señalar el paralelismo las posiciones de dos ideologías que se presentan como opuestas, porque la coincidencia de ambas hace más probable que la polarización conduzca a crisis que a grandes acuerdos. También porque los comportamientos de los polarizados de uno y otro bando son más emocionales, o fanáticos, que racionales. Pero, por si eso no fuera suficiente, el adalid de la no violencia proclama que:
«El movimiento ha de entender que ha de polarizar y protestar aunque haya represión y sacrificio. Los primeros cristianos decían que la semilla de la Iglesia era la sangre de los mártires. Morir como un mártir es inherente a los movimientos ganadores. No se quiere que suceda, pero es inevitable una vez que se aumenta la tensión.»
La última frase es de un cinismo insoportable. Porque quienes azuzan la tensión casi nunca están en primera fila de las potenciales víctimas.
Detrás de todos los movimientos de masas, también, si se quiere, de los adormecimientos de masas, hay el liderazgo de muy competentes diseñadores de crisis. El artículo de The Guardian documenta intereses y personas que impulsan a conservadores. No hay tanta claridad al respecto del impulso a movimientos revolucionarios o identitarios. Pero en uno y otro caso están teniendo éxito y se arrogan la representación de la democracia y el soporte del soporte del pueblo, a la vez que los niegan al resto de la sociedad, incluyendo a quienes descalifican como ‘equidistantes‘.
«Las sociedades cambian a través del conficto y se gestionan mediante la política» – explica Manuel Castells. De momento sólo vemos el conflicto, a la vez que perdemos la confianza en las políticas que puedan llegar a aplicar nuestros políticos actuales. Quizá toque asumir un pesismismo moderado. Que a corto plazo las cosas van a ir a peor, o incluso a mucho peor. Quizá, como recomienda Margaret Wheatley en su último libro, lo único razonable para quienes creemos en el valor de preservar lo común y construir sobre ello sea preparar islas de sanidad, espacios de supervivencia al margen dinámicas destructivas y la erosión de la ética. Formas de resistencia radical a los polarizadores antes de que arrasen. O, en el peor de los casos, cuando hayan arrasado como un tsunami.