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Crecimiento, responsabilidad, liderazgo, crisis

160310 BlogRecortes de El País de estos días. Crisis (¿de liderazgo?) en Podemos. Reflexión de profundidad en la CUP sobre su modelo de organización.

Incluso suponiendo que lo que refleja El País sea imparcial, que pudiera no serlo, sería injusto y demasiado fácil ensañarse con las dificultades de estos nuevos parlamentarios. Porque no es para nada evidente que quienes les critican serían capaces de hacerlo mejor. Cito (como en una entrada anterior) a Daniel Innerarity:

«Las sociedades encomiendan a sus sistemas políticos la gestión de los problemas más complejos […] Se nos olvida que su incompetencia y desacuerdo (de los políticos) se debe a que les hemos trasladado los problemas que no se resuelven mediante una competencia irrefutable […] Ellos discuten para que los demás podamos ahorrarnos las disputas que más nos incomodan.«

Dos posibilidades. Tal vez los activistas (cuya especialidad es oponerse, movilizarse en contra de algo) sean malos candidatos para responsabilidades de gobierno que exigen actuar a favor de algo, construir. Si es cierto que:

«La política consiste en hacer lo posible en un contexto dado, no en un contexto cualquiera.«

quizá también lo sea que:

«No deberíamos esperar de los movimientos sociales lo que éstos no pueden dar […] La política no elige entre el bien y el mal, sino entre lo malo y lo peor […] Esto exige una cierta complejidad del juicio político, de lo que es incapaz el discurso populista.»

De otra parte, desde una perspectiva más esperanzadora, lo que observamos sería una manifestación de una crisis inevitable en todo proceso de crecimiento de una organización. O, si se prefiere de su transición a la madurez. Es la dificultad en pasar de saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Muchos lo hemos experimentado en el paso de la adolescencia, cuando nos dominan los ideales, a la edad adulta, cuando hemos de tomar decisiones, asumir responsabilidades y, casi siempre, aceptar compromisos, aunque sean temporales. Lo mismo sucede, aunque con un nivel adicional de complejidad, en una organización (no sólo en las de naturaleza política):

«Hay una gran diferencia entre expresar una aspiración y decidir entre las alternativas posibles […] Nuestros ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros compromisos revelan quiénes somos.»

El objetivo del crecimiento personal es desarrollar positivamente una personalidad. En el caso de un grupo o de un equipo, el equivalente de la personalidad sería la cultura sobre la que ha teorizado Edgar Schein. Desarrollar una cultura exige alinear a los miembros del grupo tanto en torno a su propósito (QUÉ hacer) como a su modus operandi (CÓMO actuar). Un alineamiento que para nada es trivial:

«Cada grupo debe aprender cómo convertirse en un equipo. El proceso no es automático.«

Hemos de entender que este aprendizaje es un paso obligado, aunque sea todavía pronto para valorar si los partidos emergentes lo superarán o no con nota. Innerarity advierte al respecto que:

«La política es el arte de distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos mantener el desacuerdo.«

Algo que se aplica tanto a la política parlamentaria como a la política interna de una organización, sea o no un partido político. Para quien tenga una aspiración que vaya más allá de sus propias capacidades y recursos, que requiera juntar y alinear una comunidad, un grupo, un equipo, las experiencias de Podemos o de la CUP son una oportunidad de reflexión y, ¿por qué no?, de aprendizaje.

Cuando todo el mundo está de acuerdo en que las cosas deben cambiar, pero nada cambia

140517 Economist Climate ChangeAcabo de leer «Switch: How to change things when change is hard» (en inglés, porque sale más barato que en español). Recomendable, por más que algún ‘enterado‘ diga que sólo se trata de sentido común básico muy bien ordenado y empaquetado.

Lo he leído buscando, entre otras, respuestas a cuestiones como la siguiente:

¿Qué hacer en situaciones en las que todo el mundo está de acuerdo en que las cosas deben cambiar, pero parece que no pasa nada?

Su respuesta:

«Lo que parece resistencia al cambio es a menudo falta de claridad.«

Las cosas no cambian si la gente que las puede cambiar no está motivada. Pero motivarla a base de consignas ambiguas o, aún peor, descalificaciones de los demás no basta. Han pasado cinco o seis años desde que el best-seller de Stéphane Hessel consagró la indignación como motor de cambio. Suficientes para demostrar que la indignación por sí sola no genera cambios.

Daniel Innerarity, autor de un muy recomendable «La política en tiempos de indignación» (que comentaré en una próxima entrada) lo resume muy bien en una entrevista en «La Contra» de La Vanguardia:

«La indignación ha estado buscando culpables en vez de soluciones.«

Señalar, denunciar, demonizar lo que estorba y hay que cambiar es mucho más fácil que construir  alternativas.  Como estamos viendo, por ejemplo en Barcelona, convertir buenos activistas en buenos  gobernantes no resulta nada trivial; ni siquiera para los activistas. Innerarity es bastante radical al respecto:

«Hay una gran diferencia entre expresar una aspiración y decidir entre las alternativas posibles […] En una sociedad democrática debe haber espacio para quienes hacen política sin voluntad de compromiso, salvaguardando los principios o expresando valores que deben ser tenidos en cuenta. En este ámbito actúan diversos movimientos sociales, protestas u organizaciones cívicas. Ahora bien, confiarles responsabilidades de gobierno sería un error tan grave como eliminar ese espacio de vigilancia y expresión que les es propio.«

Dicho todo ésto, lo que me parece cada día más claro es que las recomendaciones para un cambio de chip que proponen los autores de Switch sólo abordan dos de los tres ingredientes del cambio transformador: La dirección, que resulta del buen pensar; y el compromiso, cuyo origen es el buen sentir. Pero para conseguir un cambio en el que sea necesario la contribución de muchas personas, y más aún si lo que hace falta es un liderazgo distribuido, el elemento crítico, escaso, intangible y delicado, a menudo ignorado es el alineamiento. Casi siempre el más difícil. Tema para una próxima entrada.

Imagen: The Economist 17/5/2014