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Asumir la libertad de escoger nuestro papel

Los propósitos de fin de año me han llevado a una lectura más reflexiva de «Conscious Business: How to Build Value Through Values».  Sin descartar que vuelva sobre ello más adelante, sólo unos apuntes:

  • Puede leerse asimismo como ayuda para construir organizaciones conscientes, sean o no de negocio.
  • Pienso que en muchos de los dominios donde se producen conflictos y se plantean retos ayudaría mucho asumir la consecuencia de la elección, individual y colectiva, sobre asumir el rol de víctima o el de protagonista. Aceptando, de entrada, que todos somos víctimas en algunos ámbitos, pero no deberíamos resignarnos a serlo en todos.

Una vez más, sin embargo, la propuesta de abandonar el papel de víctima para adoptar el de protagonista es un QUÉ (¿qué hacer?) al que le falta el CÓMO (¿cómo hacerlo?). En el actual mundo VUCA (Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo), andamos cortos de certezas sobre cómo abordar los futuros, tanto individuales como colectivos.

Desde una perspectiva social, aparecen múltiples estrategias. De una parte, en relación a quienes asumen abiertamente roles de protagonismo. Emprendedores que crean nuevos proyectos, o intra-emprendedores cuyo objetivo es revitalizar organizaciones o instituciones ya existentes.

Pero también al respecto de las víctimas. Para desactivar los bloqueos de quienes sitúan su zona de confort en la cultura de la queja. Pero también, a menos que se acepte mantener o ampliar fracturas que ya existen, para ayudar a cambiar de conducta a quienes, tal vez por su trayectoria vital, sólo saben sentirse como víctimas aunque quisieran no serlo. Continuará.

NOTA: El hecho de que la portada del libro contenga una recomendación de la COO de Facebook no debería echar para atrás a un lector inquieto. Parece ser que ella no se aplica el principio de responsabilidad incondicional, uno de los pilares del argumento del libro.

Se esfuerzan más en mejorar a los robots que a los humanos

He invertido unas cuantas horas en la lectura de Vida 3.0, el último libro de Max Tegmark, un físico teórico de MIT.

Me atrajo sobre todo conocer mejor la visión de un científico (me doctoré en Física enel MIT en una vida anterior) sobre el tema del subtítulo: «¿Qué significa ser humano en la era de la inteligencia artificial?»

El autor no proporciona una respuesta clara, dibujando hasta nueve escenarios, en algunos de los cuales los seres dotados artificialmente de una Inteligencia Artificial General convierten a los humanos en esclavos o simplemente los eliminan por redundantes e inútiles.

Más que entrar en un debate sobre estos escenarios, que sería por fuerza especulativo, me parece más importante abordar directamente dos de las hipótesis implícitas del autor, que en ningún momento cuestiona:

  • El desarrollo de una Inteligencia Artificial cada vez más avanzada es en la práctica inevitable.
  • Los seres (transhumanos o puramente robóticos) dotados de esas inteligencias serán superiores a los humanos.

Sobre la primera de estas cuestiones, el propio Tegmark, entrevistado en El País, afirma que:

«Hay una gran presión económica para hacer que los humanos sean obsoletos.»

Una afirmación que invalida su calificación de los científicos que, como él mismo, impulsan el desarrollo acelerado de la IA:

«Muchos de los líderes tecnológicos que están construyendo la IA son muy idealistas.»

Porque, o bien son tan ingenuos que no desconocen la naturaleza de los intereses económicos que financian sus trabajos, o bien son conscientes de ello, pero no les importa, en cuyo caso son cómplices de los mismos.

No pretendo aquí añadir nada al debate sobre los objetivos y las batallas de riqueza y poder que subyacen al impulso visible en el desarrollo rápido de la IA, que se aborda ya en las publicaciones económicas convencionales, como en este artículo de The Economist.

Me interesa más señalar que la prioridad y la atención que se manifiesta en el objetivo de aumentar (exponencialmente) las capacidades de la IA no tiene un paralelo equivalente en el aumento de las capacidades de los humanos. El énfasis, en creadores de opinión influyentes como el World Economic Forum y las escuelas de negocios, se pone como mucho en cómo adaptarse o cómo sobrevivir en una sociedad dominada por esas nuevas tecnologías; o sobre cómo proteger a los que (inevitablemente) resultarán perjudicados.

(Para ser riguroso, tendría que haber escrito «en una sociedad dominada por quienes acaben dominando esas tecnologías«).

Para tratar esta cuestión habrá que adentrarse en el terreno de las políticas, o en la construcción de instituciones capaces de diseñar y desarrollar políticas a la altura del reto. Recordando la recomendación que Georges Lakoff hizo hace ya un tiempo en otro contexto: «Conoce tus valores y enmarca el debate«.

Porque, a la luz de lo que está emergiendo alrededor de los efectos colaterales de Facebook y similares, no podemos aceptar el punto de vista de quienes sostienen que «El problema no son las redes sociales… es la naturaleza humana«, cuando precisamente el modo en que estas redes sociales se desarrollan es explotando de modo consciente flaquezas humanas para acumular dinero y poder. Dando malignamente por sentado un concepto de progreso que da prioridad al desarrollo de las redes que a la mejora de la naturaleza humana.

Porque aceptar el debate en los términos que lo plantean los tecnófilos y quienes les financian es perder la batalla de lo humano ya antes de empezar.

¿Por dónde empezar, preguntará quizá alguno? Pues por reflexiones de obras como «Nueva ilustración radical» o «Esperanza en la oscuridad«, por poner sólo dos ejemplos.

¿Quién se apuntaría alguien a un club de lectura sobre estos temas?

Viñetas:

 

 

 

 

Tomemos conciencia de cómo y cuándo nos manipulan

Fuente: http://www.newyorker.com/cartoon/a20720

El rescate a los bancos no debía haber costado un euro a los españoles. Pero, según el «Informe sobre la crisis financiera y bancaria en España, 2008-2014«, el sector bancario habrá recibido finalmente ayudas (no recuperables) por un total de casi 60.000.000.000 euros desde 2009. (Lo cual me ha llevado a recordar esta viñeta del New Yorker sobre los hechos alternativos.

Una hipótesis al respecto es que los economistas son notoriamente malos haciendo previsiones. Otra, no necesariamente alternativa, es que los políticos que anunciaron esas previsiones nos engañaron.

Sea lo que fuere, lo cierto es que el informe del Banco de España, una institución que es de suponer surtida de economistas, ha recibido críticas unánimes. Para el editorial de La Vanguardia, que lo califica de decepcionante:

«El primer reproche que puede hacerse al informe del Banco de España es que apenas incide en dos cuestiones que afectan directamente al regulador: una es la razón por la que tardó tanto en actuar, cuando es sabido que hubo toques de atención ya en el 2006 especialmente sobre la delicada situación de algunas cajas, y la segunda es por qué, cuando finalmente tomó decisiones, no sólo pecó de superficial, sino que además lo hizo de forma que puede calificarse de dubitativa y poco profunda.«

Escribiendo en El País («El supervisor se explica«), Emilio Ontiveros apunta en la misma dirección:

«En diciembre de 2007, las actividades relacionadas con la construcción, el sector inmobiliario y la financiación para la adquisición de vivienda representaban el 62,5% del crédito total al sector privado. Fue esa acumulación de riesgos durante los siete años previos al contagio estadounidense la responsable de la gravedad diferencial de la crisis en nuestro país. El Banco de España disponía de la autoridad suficiente no sólo para advertir de esa acumulación, sino para evitarla.«

Con este precedente de fallos en la previsión, la supervisión y la regulación de los mecanismos de los mercados financiero e inmobiliario que condujeron a la crisis, no deja de sorprender que en un artículo Ciudad y Mercado«) en la misma edición de La Vanguardia, un influyente economista y profesor de escuela de negocios abogue por limitar la regulación en favor del mercado:

«Un mercado competitivo sin fricciones es una idealización de libro de texto que en la realidad se transforma en un mercado de competencia imperfecta y con fricciones […] La cuestión es cómo se debe orientar la política pública en estas circunstancias. La tentación puede ser la prohibición y la supresión de los mecanismos de mercado [… Pero] el bienestar de los habitantes de las ciudades estará mejor servido si la regulación en lugar de intentar suplantar al mercado lo acompaña alineando los incentivos privados con los sociales. Los instrumentos para hacerlo están disponibles en la caja de herramientas de los economistas.«

Si estas herramientas existen, ¿por qué los economistas, incluyendo los del Banco de España, no las utilizaron en su momento?

La ortodoxia nos quiere hacer creer que la Economía es una ciencia amoral, lo cual es discutible. Pero lo que resulta indiscutible es que los economistas y las instituciones en las que trabajan actúan, como todo el mundo, en función de principios morales, aunque no necesariamente alineados con el interés general. Cuando estos principios no son explícitos, nos manipulan con sus conclusiones.

Como cuando postulan que la regulación debe adaptarse al mercado, cuando lo moral sería lo opuesto.

El asunto de la relación entre la economía, los economistas y la moralidad da para más, pero será en otra ocasión. Así y todo, no me resisto a citar un artículo reciente en Newsweek:

«En la Harvard Business School no saben cómo enseñar ética tan bien como saben enseñar ingeniería financiera, y nunca sabrán.»

Pues eso.

https://medium.com/whither-news/our-problem-isnt-fake-news-our-problems-are-trust-and-manipulation-5bfbcd716440

La Cuarta Revolución Industrial exige hablar de valores y liderazgo

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Celebro que el World Economic Forum, que demasiado a menudo reproduce o aumenta los puntos del vista del establishment, publique un diagnóstico sobre la Cuarta Revolución Industrial que difiere del determinismo tecnológico habitual.

Empieza apuntando que:

«Las tecnologías importantes por separado, pero el cambio real se producirá en los sistemas sociales y económicos que conforman nuestras vidas y e modo en que las vivimos.«

Un diagnóstico en la línea de lo que escribió en su tiempo Peter Drucker:

«Podemos estar seguros de que la sociedad del 2030 será muy distinta de la actual, y que se parecerá poco a la que predicen los futuristas. No estará dominada, ni siquiera conformada, por las tecnologías de la información, que sólo será una más de varias tecnologías importantes. La característica central de la nueva sociedad, al igual que la de sus precedentes, serán nuevas instituciones, y nuevas teorías, ideologías y problemas.»

Para ello, el WEF propone:

  • Un enfoque sistémico, no sólo centrado en los aspectos tecnológicos.
  • Empoderar a la sociedad para dominar, no sólo utilizar, las tecnologías.
  • Un diseño colaborativo de las tecnologías, que incluya una consideración razonada de sus efectos potenciales, deseables o potencialmente peligrosos.
  • Incorporar los valores clave (ecología, igualdad, distribución, …) al diseño de las nuevas tecnologías.

Faltaría añadir a la lista la necesidad de un liderazgo transformador que consiga que todo ello tenga lugar en la práctica. Pero hay que reconocer que esta postura del WEF es bienvenida, sobre todo cuando se le compara con los planteamientos de sal gruesa que nos llegan de la Singularity University y afines.

El auge de los robots plantea dilemas

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Reproduzco una porción de la portada de La Vanguardia de 25 de Enero.

Me parece acertado sólo a medias. Porque es cierto que el auge de los robots plantea dilemas. Pero no sólo económicos, ni sobre todo económicos.

Por economía de medios, cito de sólo uno de los libros que tratan más o menos directamente la cuestión:

«La tecnología crea posibilidades y potencial, pero en último término el futuro al que lleguemos depende de nuestras elecciones […] Nuestro éxito no depende sólo de las elecciones tecnológicas, ni siquiera en la co-invención de nuevas organizaciones e instituciones. A medida que disminuyen las restricciones sobre lo que podemos hacer, es inevitable que nuestros valores sean más relevantes que nunca […] Necesitamos pensar en mucha más profundidad acerca qué es lo que realmente queremos y qué es lo que valoramos, como individuos y como sociedad.«

Klaus Schwab, el CEO del World Economic Forum, escribía en la misma línea hace pocos días  (en una pieza larga que vale la pena leer de arriba a abajo):

«Neither technology nor the disruption that comes with it is an exogenous force over which humans have no control. All of us are responsible for guiding its evolution, in the decisions we make on a daily basis as citizens, consumers, and investors. We should thus grasp the opportunity and power we have to shape the Fourth Industrial Revolution and direct it toward a future that reflects our common objectives and values.

To do this, however, we must develop a comprehensive and globally shared view of how technology is affecting our lives and reshaping our economic, social, cultural, and human environments. […] In the end, it all comes down to people and values. We need to shape a future that works for all of us by putting people first and empowering them.«

En esta línea, el auge de los robots plantea de entrada cuestiones éticas (sobre los valores, sobre lo bueno y lo malo) y políticas (como nos organizamos colectivamente para potenciar los valores que consideremos deseables). Las cuestiones económicas aparecerán sin duda en la agenda, pero deberían ser sólo subordinadas e instrumentales. En ningún caso las dominantes. De lo contrario estamos dando a la economía (o tal vez a la econocracia) vara alta sobre la ética y la política.

Recuerdo una cita de Langdon Winner, un autor que incorporo a la lista de lecturas anotadas en otro apartado de esta Web:

«En el terreno técnico repetidamente nos involucramos en diversos contratos sociales, las condiciones de los cuales se revelan sólo después de haberlos firmado.

La ballena y el reactor

Se plantean varias cuestiones, pendientes para mejor ocasión:

  • ¿Cuáles son nuestros valores individuales acerca del desarrollo tecnológico y su impacto?
  • ¿Cómo y dónde podemos contrastarlos para construir una base común? ¿Sabremos hacerlo?
  • ¿Cómo podemos contribuir a que esos valores compartidos guien la evolución de las cosas? ¿Sabremos hacerlo
  • ¿Por dónde empezamos?