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Confianza, carisma, liderazgo, poder

161031 Confidence Leadership

Publicada en The New Yorker, 30/10/2016

Aprovecho la relativa calma del fin de semana para leer y escuchar con calma el discurso de despedida de Obama como Presidente de los EEUU.

Aunque sea probablemente demasiado pronto para juzgar su legado, podemos preguntarnos: ¿Ha sido Obama un buen líder?

Es evidente que habrá más de una respuesta. Para empezar, porque no hay una definición única de los atributos de un buen líder. Además, por supuesto, por la evidencia de que la mitad del país ha votado como su futuro jefe (¿o líder?) a un candidato que difícilmente podría ser más distinto del todavía presidente.

Muchos coinciden en considerar la visión, la capacidad de transmitir como una historia de futuro, como uno de los atributos clave de un líder. Quizá junto con el carisma, la capacidad de suscitar la admiración de sus seguidoresy de motivarles para convertir en realidad una visión compartida.

Yo pensaba que Obama tenía ambas cualidades: carisma y visión.

Pero quizá no. En uno de sus reportajes antes de las elecciones, el New Yorker atribuía a Hillary Clinton lo siguiente:

«Los votantes necesitan una narrativa para sus vidas […] incluyendo alguien a quien culpar por lo que haya ido mal. Donald Trump les ha dado una historia sencilla, fácil de entender y hasta cierto punto satisfactoria. Creo que los Demócratas no les hemos proporcionado un mensaje tan claro como haría falta acerca de cómo vemos la economía.» 

Creo que deberíamos retener esta última frase y pensar sobre ella. ‘Algo va mal‘, escribía Tony Judt hace algún tiempo, incluso antes de la propaganda que intenta vendernos los robots, la inteligencia artificial y facetas similares de la tecnología como sinónimos del progreso de la humanidad.

Tema para otro día. De vuelta a la cuestión del liderazgo de Obama, confieso que me sorprendió en un principio el comentario de Pilar Rahola en La Vanguardia:

«Así se van los Obama, con arrogancia, desprecio y prepotencia. No entendieron nada.«

Buceando un poco por la red, descubro que a Pilar Rahola nunca le ha convencido Obama. Defiende en cambio a Israel, cuyo Presidente actual, como tampoco la mayoría de sus antecesores, da ciertamente un imagen en nada parecida a la Obama. Lo qué si transmite la capacidad de tomar decisiones desagradables, a la vez que el gusto por ejercer el poder. Dos atributos que algunos, quizá la propia Rahola, quizá los votantes de Trump, considerarán como atributos cruciales de un buen líder.

Warren Bennis, reconocido como una autoridad en la temática del liderazgo escribió que:

«En cierta medida, el liderazgo es como la belleza; es difícil de definir, pero lo reconoces en cuanto lo ves.»

Así es. Al igual que sobre la belleza, hay opiniones para todos los gustos.

Trabajadores de nuevo cuello

Damian Lewis as Bobby "Axe" Axelrod in Billions (Season 1, Episode 1). - Photo: JoJo Whilden/SHOWTIME - Photo ID: Billions_101_4565.R

Damian Lewis como Bobby «Axe» Axelrod en Billions. Photo: JoJo Whilden/SHOWTIME

Parece que las nuevas tecnologías están añadiendo un nuevo arquetipo a la dicotomía clásica entre trabajadores de cuello blanco y de cuello azul. Se trata de los trabajadores de nuevo cuello.

El término aparece en una carta de la CEO de IBM al Presidente electo Donald Trump:

«En nuestros centros en los EEUU, un tercio de nuestros empleados no son graduados. Lo que para nosotros cuenta más son habilidades relevantes, que a veces obtienen por medio de la formación profesional (‘vocational training’). Estamos además creando y contratando trabajos de ‘nuevo cuello‘ – roles completamente nuevos en áreas como la ciberseguridad, la ciencia de datos, la inteligencia artificial y los neogicios cognitivos […] Le propongo que trabajemos juntos para escalar la formación profesional para crear un cuerpo nacional de profesionales con las habilidades precisas para hacerse cargo de los trabajos de ‘nuevo cuello‘ en tecnología que hacen falta en América». 

Queda por clarificar, sin embargo, cuestiones nada triviales como el rango de salarios y atribuciones de esta nueva categoría. De momento, para el diccionario Oxford, el nuevo cuello:

«Designa o está relacionado con un grupo socio-económico cuyos miembros tienen trabajos con salarios bajos en oficinas o servicios, en lugar de trabajos manuales o industriales.»

En cualquier caso, los tiempos cambian y quizá habría que innovar también en la nomeclatura de las categorías socio-laborales. No podríamos, por ejemplo, caracterizar al multimillonario protagonista de Billions por el cuello de su atuendo.

La última entrevista a Zygmunt Bauman

Zygmunt BaumanHemos sabido de la muerte de Zygmunt Bauman el mismo día en que aparecía una entrevista suya en La Vanguardia.

Habrá hoy en los medios reseñas sobre su obra mejores que la que yo pudiera hacer aquí. Pero, aparte de recordarle y desearle un feliz tránsito hacia donde sea, quisiera destacar dos extractos de esa última entrevista.

Preguntado sobre hacia dónde gira el mundo en los tiempos turbulentos en que vivimos, Bauman responde:

«Estamos pagando el precio por los treinta o cuarenta años de atracón, de juerga otorgados por una serie de obsesiones demoníacas interconectadas, como vivir a crédito, la orgía consumista, la creciente brecha entre los ganadores y los derrotados, la nacionalización de las ganancias y la individualización de las pérdidas, el encogimiento de los rangos de los ganadores frente a la multiplicación de los perdedores y una globalización para los ricos que va aparejada con atar a los pobres al suelo

He subrayado la mención a las obsesiones demoníacas, porque una de las características de Bauman era escoger con cuidado las palabras. Podría tratarse simplemente de un desliz verbal (aunque la entrevista se llevó a cabo por correo electrónico). Pero la referencia al demonio vuelve a aparecer unas líneas más allá:

«Como regla general los gobiernos se desviven en focalizar sus políticas y las mentes de sus electores en lo que dé beneficios políticos de esos problemas. E igual que el diablo escapa corriendo del agua bendita, mantienen lo no aprovechable o rotundamente explosivo lejos de la conciencia pública.

La entrevista incluye una tercera alusión, si bien algo más velada, en la misma línea:

Trump es el candidato perfecto de la era viral, con las emociones fuera de control, compartiendo lo que viene del inconsciente, odio, miedo a los otros, ira.

Nuestros demonios personales, aquellos con los que cada uno de nosotros convivimos en alguna medida, se cuelan en nuestra vida por el inconsciente. Bauman se queda a un paso de sugerir que Trump es un personaje dominado por obsesiones demoníacas.  Desde luego, sus desplantes en Twitter parecen más el resultado de un impulso pasional irresistible que de un cálculo racional y meditado. (En la misma línea, recomiendo ver el retrato de Teresa May vista por el gran Perico Pastor).

Bauman escribió contra la desigualdad y la injusticia. Pero sus escritos van más allá de la indignación. Creo que a lo que apunta en esa entrevista es que hemos de ser cosncientes de que el mal existe, y es más que la ausencia de bien. Pero también a que el bien también existe, pero que convertirlo en realidad exige más que buenas intenciones:

«Todos hemos sido ya seleccionados, sin habernos pedido nuestro consentimiento, para la condición cosmopolita: somos ya todos interdependientes en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Pero no hemos adquirido todavía una conciencia cosmopolita. Ni siquiera hemos tampoco comenzado a realizar intentos serios de adquirirla.«

Bauman era un provocador en un doble sentido. El más obvio, como denunciante. Pero también al incitarnos a aprender a organizarnos para ejercer una acción colectiva eficaz. Copio de «En busca de la política«, uno de sus libros menos conocidos:

«Si la libertad ya ha sido conquistada, ¿cómo es posible que la capacidad humana de imaginar un mundo mejor y hacer algo para mejorarlo no haya formado parte de esa victoria? […] El incremento de la libertad individual puede coincidir con el incremento de la impotencia colectiva.«

Retos a los que nos corresponde responder, ahora sin su acompañamiento. Desarrollar una conciencia colectiva; crecer la voluntad de seguir sus dictados; aprender la técnica moral que permita llevarlos a la práctica. Descanse en paz.

 

¿Qué impacto tienen los social media? Ninguno.

Sin títuloLa elección por sorpresa de Donald Trump como el próximo Presidente de los EEUU está propiciando un debate sobre el papel desempeñado por las redes sociales. Ahí va una pequeña selección de artículos que me han parecido interesantes, si bien no todos coincidentes en su diagnóstico y conclusiones:

«The Real Media Culprit Behind Trump’s Rise:You can’t just blame Jeff Zucker«

«How Bots, Twitter, and Hackers Pushed Trump to the Finish Line«

«Twitter Created Donald Trump. Will Trump Destroy Twitter?«

«Here’s How Facebook Actually Won Trump the Presidency«

Lo que quisiera destacar es que hay un contraste curioso con los titulares de cuando Obama ganó sus primeras elecciones en 2008. Por ejemplo,

«How Obama Tapped Into Social Networks’ Power«

«Inside Obama’s election win: David Plouffe, campaign manager, tells how he did it«

Me parece destacable que en su momento ‘Obama ganara las elecciones usando los medios sociales‘ mientras que ahora son los medios sociales (Twitter, Facebook) quienes han hecho presidente a Trump. En esta última línea, leo en el New York Times:

«La elección de Donald J. Trump es quizá la ilustración más evidente hasta la fecha de que las redes sociales están ayudando a recablear de modo sustantivo la sociedad humana.»

Impreciso, en mi opinión. En la línea de una entrada anterior, tengamos presente que no son las pistolas las que matan, sino los pistoleros; ni los pinceles quienes pintan, sino los pintores. Ni las tecnologías quienen hacen o deshacen presidentes, sino  quienes las usan, a veces con propósitos laudables y a veces con propósitos deleznables. Dice el saber popular que las armas las carga el diablo. En nuestra época, además, se podría decir que, por lo menos a veces ‘las tecnologías las arma el diablo’.  Sin descartar que, además, el diablo sepa cómo usarlas para su provecho.