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Lo digital no puede ser imperativo

«Se utilizarán todas las debilidades humanas, y sobre todo la vanidad y falta de veracidad, para conducir a los seres humanos al lado equivocado.» (Rudolf Steiner).

Leo en el suplemento de negocios de un diario un artículo que asegura, sin matices, que «la transformación digital nos cambia la vida, crea valor a las organizaciones y mejora la sociedad» y con ello «beneficia a usuarios, organizaciones, sociedades y finalmente al planeta«. A partir de lo cual concluye que el imperativo de la transformación digital «merece un lugar en nuestra lista de imperativos«.

Un día después, el mismo diario publica un reportaje en el que, bajo el titular «El acceso a la pornografía se adelanta a los 8 años» se asegura que la causa de la infantilización de la pornografía es su gratituidad y el fácil acceso desde un teléfono móvil.

Por si no fuera suficiente, el último número de Alternativas Económicas incluye un dossier que documenta cómo el juego online contribuye a un aumento de la ludopatía, con consecuencias negativas personales y sociales sobre las que no hace falta abundar.

La explosión del juego online y el boom de las casas de apuestas han provocado un aumento de la ludopatía y de los problemas psicológicos y familiares derivados de la adicción.

Supongo que los empresarios de la pornografía y el juego online estarán de acuerdo en que para ellos su transformación digital es imperativa. Prefiero pensar que no son esas transformaciones digitales las que están en la lista de imperativos del articulista. Espero, aunque no apsotaría por ello, que tampoco lo estén las que facilitan la difusión de fake news y de contenidos de odio, o el auge de plataformas que estarían socavando derechos laborales.

Conclusión: Hablar en general de la transformación digital y sus beneficios es como mínimo poco riguroso. Para empezar, porque es probable que si se pregunta a diez personas sobre qué significa en concreto la transformación digital obtengamos once respuestas distintas. Y también porque, como me parece evidente a partir de los ejemplos mencionados más arriba, hay transformaciones digitales socialmente nocivas.

Más sobre estos asuntos digitales en próximas entradas.

 

 

 

La clave de la transformación digital no es digital

163110 Blog Coperfield

When everyone is in favor… It’s almost certain that there’s confusion about what’s being decided. (Seth Godin).

La (mal llamada) transformación digital se nos presenta como un imperativo imprescindible para la supervivencia de empresas y organizaciones de todo tipo. Pero su significado es ambiguo.

La mayoría de las referencias a la transformación digital hacen hincapié preferente en lo digital. Según la Wikipedia, por ejemplo,

«La transformación digital se describe como el efecto global y general de la digitalización […] Es el cambio asociado a la aplicación de la tecnología digital en todos los aspectos de la sociedad humana.»

Es una definición no satisfactoria, limitada, que obvia por completo las implicaciones de la transformación que conlleva necesariamente esa aplicación extensiva de lo digital.

En nuestra experiencia ayudando desde Coperfield a facilitar procesos colectivos de cambio, constatamos continuamente la dificultad de alinear a los equipos en torno a respuestas precisas a las preguntas clave a las que ha de responder cualquier iniciativa de transformación: ¿Para qué y Por qué cambiar? ¿Qué cambiar? ¿Cómo y cuándo hacerlo? ¿Quién ha de estar implicado?

Una respuesta típica a ¿Para qué y Por qué cambiar? estaría en esta línea:

En primer lugar, porque hay cada vez más modos de aprovechar la digitalización, y los seguirá habiendo porque el rirmo de los avances tecnológicos en todo lo digital es muy grande.

Lo cual significa que hoy más que nunca desde la Revolución Industrial, todas las industrias deben adoptar la digitalización, o de lo contrario se arriesgan a ser ‘uberizadas’ por el uso agresivo de la tecnología digital por parte de un competidor.

Supongamos que este imperativo digital resulte convincente (quizá no lo sea para todos los públicos, para todas las empresas). Si se acepta, la siguiente cuestión a responder es ¿Qué cambia la transformación digital? Algunas respuestas inmediatas:

  • La infraestructura tecnológica, que es strictu sensu lo único que propiamente se digitaliza.
  • Los procesos de negocio que utilizan esa infraestructura.
  • El modelo de negocio al que sirven esos procesos.
  • La estrategia para la que ese modelo de negocio es adecuado.

Parece mucho, y así y todo no es suficiente. Porque si el motor de la transformación digital es una tecnología digital en constante estado de evolución, adoptar la transformación digital tendría que conllevar la disposición a un cambio, o como mínimo una adaptación constante de la estrategia, modelo y procesos de negocio.

Es este sentido en el que hay que entender la prescripción de Genís Roca:

«Strictu sensu, transformación digital sólo quiere decir: ¿Estás preparado para cambiar y no dejar de cambiar? […] El reto es sobre todo cultural y organizativo«.

La clave del cómo llevar a cabo la transformación digital está pues en habilitar una cultura de transformación, que va más allá de una cultura sobre lo digital. En cualquier organización, habilitar esa cultura es un proceso delicado, que exige un liderazgo que va también más allá de las competencias digitales.

Es frecuente que los aspectos cullturales y de liderazgo se subestimen desde la perspectiva tecnocrática habitual. Hay, por ejemplo, quien argumenta que «si los equipos de trabajo tienen competencias digitales y están suficientemente familiarizados con las nuevas tecnologías […] bastará con identificar a los líderes que impulsarán la gestión del cambio y la transformación desde el corazón de cada empresa.»

Pero identificar, preparar y empoderar a los líderes del cambio, de cualquier cambio, en cualquier organización, es precisamente una tarea mucho más delicada que la de habilitar competencias digitales. Porque el liderazgo y la transformación de una cultura organizativa exige habilidades para trabajar con personas; lo cual, hoy por hoy, resulta más complejo y estimulante que manejar artefactos.

Con esto en mente, ¿cuál sería el perfil ideal de quien lidere la transformación digital en una organización?

NOTA: Una versión de esta entrada se publicó previamente en el blog de Coperfield for Social Good.