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Universos paralelos

El anuncio de los primeros resultados públicos de Snap me confirma en mi impresión de que algunos no sólo vivimos en un universo paralelo a los usuarios de Snap, sino también en uno diferente al de sus inversores.

En resumen, durante el último trimestre, la empresa

  • Ha ingresado 149,6 millones de dólares.
  • Ha perdido 2.208 millones, de los cuales alrededor de 1.100 millones se atribuyen a la compensación a ejecutivos y empleados por el éxito de la salida a Bolsa. La siguiente partida en importancia es el coste de 722 millones de dólares en investigación y desarrollo.

Así y todo, estos números, que podrían seguramente ocasionar un mareo a un ‘controller’ convencional, no sorprenden tanto cuando se observa que la empresa tiene todavía 3.242 millones de dólares en caja. Lo cual sapunta a otra disonancia cognitiva: la dificultad de sintonizar con los criterios de los inversores que apuestan una suma de este calibre al futuro de una empresa como Snap.

Todo ello sin entrar en la que quizá sería la cuestión de más enjundia: ¿Cómo valorar que se esté dando tanta relevancia a una empresa cuyo objetivo nominal es que «las personas se expresen, vivan el momento, conozcan el mundo y se diviertan juntas«?

Viñeta: The New Yorker.

 

¿De qué es un síntoma la IPO de Snapchat?

160524 Snapchat

Viñeta: http://www.newyorker.com/cartoons/a19868

Lo confieso sin ningún rubor. No uso Snapchat. No me atrae. No lo necesito. Más aún. No me resulta fácil entender cómo son, en qué piensan, cómo viven, por qué o para qué lo necesitan esos 160 millones de personas que usan Snapchat cada día. Será cuestión de edad, como apunta la viñeta del New Yorker.

Anuncian ahora que Snapchat sale a Bolsa con una valoración de 25.000 millones de dólares, esperando atraer una inversión de unos 3.000 millones. Tampoco me resulta del todo fácil entenderlo, porque según las informaciones que se publican,  en 2016 la empresa perdió 515 millones de dólares, facturando sólo unos 350 millones. («Snapchat is in the money-burning business»).

Sabemos que los inversores, sobre todo los que se arriesgan en este tipo de operaciones, compran en función de expectativas de futuro. Como la continuidad de un crecimiento de usuarios al ritmo de un 40% anual. O que  los ingresos de la empresa alcancen los 1.000 millones de dólares este año.

Hay dos actitudes opuestas ante comportamientos que no entendemos. Una, demasiado habitual en mi opinión, es descalificar a quien los promueven adoptan, exhiben o promocionan. La otra es avivar la curiosidad y buscar explicaciones.

Prefiero la segunda. El éxito de Snapchat y el previsible de su salida a Bolsa es para mí un síntoma de que hay ahí afuera mundos que no se ajustan a los modelos mentales conforme a los que pienso, vivo y actúo. Confieso mi curiosidad. Agradeceré, de verdad, a quien proporcione explicaciones plausibles. Distintas, quiero decir, de asegurar que sólo se trata de un artilugio más para tener a la gente mortalmente entretenida y venderles así publicidad. Y de que hay gente con mucho dinero interesada precisamente en eso.

Más sobre la salida a Bolsa de Snapchat:

«Mark Zuckerberg is officially the new Bill Gates — and he could rain on Snap’s $3 billion parade«.

«Will the Snapchat I.P.O. Be a Flop?«.

«Here’s How Insanely Expensive Snap’s IPO Will Be«.

Snapchat: Una cuestión de valores

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Leo por ahí que Snapchat prepara salir a Bolsa con una valoración que podría llegar hasta los 25.000 millones de dólares.

Añadiré este dato a la lista de fenómenos que me resultan incomprensibles. En particular, me cuesta entender:

  • Que una app de estas características genere un uso tan intenso como al parecer reflejan las estadísticas.
  • Que haya un esquema de valoración sensato según el cual una empresa que hoy genera una ventas del orden de los 300 millones de dólares pueda de verdad valer casi 100 veces más.

El hecho de que se me escape la lógica (si es que se trata de una lógica) que atrae a los jóvenes a Snapchat puede ser una cuestión de edad, de características cerebrales o de educación. La viñeta del New Yorker sugiere que no debo ser el único al que le ocurre algo parecido.

Sobre el otro punto, el de la valoración, supongo que mi dificultad es la de imaginarme haciendo el trabajo de los Morgan Stanley y similares. En parte, porque tengo edad suficiente para recordar como algunos tampoco entendíamos la lógica que llevó a la burbuja y consecuente pinchazo de la burbuja de las punto_com.

En cualquier caso, no puedo evitar que alianzas (o contubernios) de este tipo entre Silicon Valley – Wall Street me traigan a la cabeza imágenes de un pacto faustiano, con todas sus consecuencias. Un pacto en el que nunca son los bienintencionados los que ganan.