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#Tech4What: La trampa de las preguntas binarias

Ship2B tuvo la bienintencionada pero arriesgada inciativa de incluir en el programa de 4YFN un taller sobre la cuestión «Tech4Good o Tech4Bad». Se nos pidió a los participantes, distribuidos en 7 u 8 grupos, que propusiéramos en unos 20 minutos tres iniciativas ‘potentes’ para catalizar intencionadamente un impacto social positivo de la tecnología.

Es un asunto importante, desde luego oportuno como para incluirse en la agenda de una organización como Ship2B centrada en el impacto social, pero que requiere (pienso) una reflexión y un proceso de exploración y debate mucho menos superficial que el posible en el tiempo y formato propuesto.

La temática del impacto de la tecnología en la sociedad, como el menos tratado del impacto de la sociedad en la tecnología, es un asunto demasiado complejo, multidimensional si se prefiere, para encapsularlo en una pregunta binaria.

El progreso tecnológico tendrá (ha tenido) efectos positivos, pero también negativos.

«No question, technological progress, just like trade, creates losers as well as winners. The Industrial Revolution involved hugely painful economic and social dislocations—though nearly everybody would now agree that the gains in human welfare were worth the cost» (The Economist, 27/09/2001)

Aceptemos que  en la mayoría de las ocasiones quienes impulsan el avance de la tecnología lo hacen con buenas intenciones (#tech4good); pero ello no excluye que generen efectos colaterales indeseados, además de una distribución por lo general nada democrática entre ganadores y perdedores. En particular, porque nadie se postula de entrada como perdedor.

Al mismo tiempo, la naturaleza humana, o el influjo de las fuerzas del mal, si se prefiere, tendrá como consecuencia inevitable que haya (los ha habido, los hay) quienes conciban, desarrollen, impulsen o utilicen la tecnología para fines socialmente censurables (#tech4bad).

«La revolución de los ordenadores es claramente silenciosa con respecto a sus propios fines. (Langdon Winner«, La ballena y el reactor).

Los que nos dedicamos ayudar a grupos u organizaciones en sus procesos de cambio sabemos de la dificultad frecuente en que se encuentran para responder con precisión y coherencia a una ‘pregunta poderosa’: «¿Para qué?«. Pienso que sería interesante someter a los convencidos del #Tech4Good a un cuestionamiento a fondo de sus convicciones.

«Hablan demasiado cuando convendría callar más. Todo son respuestas y casi no queda espacio para las preguntas que pueden no tener respuesta.» (Josep M. Esquirol, «La resistencia íntima«).

Porque los expertos han descrito el síndrome que denominan como ‘la ilusión del conocimiento’ (ver, por ejemplo, «The Knowledge Illusion«).  Cuando se interroga a fondo a gente sobre su conocimiento en detalle sobre temas en los que tienen una opinión bien formada, una buena parte acaba por admitir, siempre ‘a posteriori’, estar mucho menos seguros de su conocimiento en profundidad de la materia. Sería ilustrativo hacer este experimento sobre los efectos de la tecnología. ¿Alguien se apunta?

 

Se busca: El alma de la economía

Find Meaning by Creating It copiaCuando un artículo titulado «Economía sin alma» empieza por preguntarse si «¿puede el capitalismo volver a reconciliar crecimiento con progreso social?», uno se da cuenta que al autor (el catedrático Antón Costas) da por sentado que «no hay alternativa viable al capitalismo».

No es la única voz que reclama un cierto grado de introspección al respecto del funcionamiento de la economía. Podemos también encontrarlas en el número especial de fin de año de The Economist. Constata en su artículo de portada, que, aunque la mayor parte de la población mundial vive mejor de lo que nunca antes hubiera vivido,

«Large parts of the West, however, do not see it that way. For them, progress happens mainly to other people. Wealth does not spread itself, new technologies destroy jobs that never come back, an underclass is beyond help or redemption, and other cultures pose a threat—sometimes a violent one.«

Más adelante, bajo el titular de «Capitalismo y Democracia«, añade dos líneas para la reflexión. La primera, sobre la economía:

«The rate of productivity growth across the rich world has been disappointing since the early 1970s, with only a brief respite in 1996-2004 in the case of America. […] Meanwhile, the fruits of what growth there is get captured by an ever narrower section of society. And those who succeed on the basis of merit are marrying other winners and hoarding the best educational opportunities.«

La segunda, sobre el funcionamiento de las instituciones en cuyo contexto se desenvuelve la economía:

«At the same time democracy is becoming more dysfunctional.«

Dos síntomas más que confirman que el futuro del capitalismo no se está repensando sólo desde la izquierda. Algunas mentes pensantes del ‘establishment‘ económico han iniciado también un proceso de ‘mindfulness‘. (Recordemos que McKinsey, nada menos, proponía ya en 2014  «redefinir el capitalismo«).

Así que cuando Antón Costas propone reformar el capitalismo porque «a partir de los años 80 la economía perdió el alma» y «hoy necesitamos devolvérsela», es obligado pedir que se pongan claramente sobre la mesa las cuatro ‘preguntas poderosas‘ pertinentes sobre todo proceso de transformación: ¿Para qué?, ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Quién? 

Porque podemos dar por descontado que no hay, ni de lejos, el alineamiento necesario sobre las respuestas.

  • Por ejemplo, ¿a quién se hace referencia al decir ‘necesitamos devolver el alma‘ a la economía?
  • ¿Cuál es la aproximación a ‘la economía’ a la que se ha de devolver el alma? En un libro declaradamente provocador, Miren Etxezarreta propone distinguir entre la ‘Economía‘ en mayúsculas, entendida como disciplina, y ‘la economía‘ con minúsculas, entendida como el ámbito real de la organización económica. Supongo que no debo ser el único que hay suficiente evidencia del riesgo y de las consecuencias de dejar a los economistas el monopolio de las propuestas sobre la economía. (Por eso es importante que existan medios como Alternativas Económicas).

Lo dejaremos aquí por hoy, sin ni siquiera entrar en el meollo de la cuestión, que sería la naturaleza del alma que hay que reponer, tanto a la Economía como a la economía. Pero, dado que Antón Costas propone volver a Keynes, no me resisto a acabar con una cita de sus «Economic Possibilities for Our Grandchildren«,

«When the accumulation of wealth is no longer of high social importance, there will be great changes in the code of morals. We shall be able to rid ourselves of many of the pseudo-moral principles which have hag-ridden us for two hundred years, by which we have exalted some of the most distasteful of human qualities into the position of the highest virtues. We shall be able to afford to dare to assess the money-motive at its true value. The love of money as a possession – as distinguished from the love of money as a means to the enjoyments and realities of life – will be recognised for what it is, a somewhat disgusting morbidity, one of those semi-criminal, semi-pathological propensities which one hands over with a shudder to the specialists in mental disease. All kinds of social customs and economic practices, affecting the distribution of wealth and of economic rewards and penalties, which we now maintain at all costs, however distasteful and unjust they may be in themselves, because they are tremendously useful in promoting the accumulation of capital, we shall then be free, at last, to discard

No me parece un mal punto de partida para pensar sobre los ¿Qué? de la reforma de la economía. Pero siguen quedando otras ‘preguntas poderosas’ por responder. Feliz 2017!

Disclaimer: Soy socio de la cooperativa que edita Alternativas Económicas.

Ilustración: Del imprescindible Gapingvoid.

 

Artefactos fuera de control: ¿Quién se hace responsable?

161108 IoT MessEn este tiempo de informaciones desbocadas y tiempo acelerado, la noticia del ataque pirata a un centro neurálgico de Internet el 21/10/2016 ha dejado de ser de actualidad. Muchos de los que la registraron la habrán incluso olvidado.

No debería ser así. Porque para que el incidente no se repita, la próxima vez corregido y aumentado, habría que señalar a los responsables de que ocurriera y también a quienes se hayan de responsabilizar de las acciones correctoras oportunas. Y no tenemos ninguna garantía de que eso se esté haciendo.

Los hechos

El Viernes 21 de Octubre, un elemento clave de la infraestructura de Internet fue el objetivo de una serie de ataques cibernéticos a gran escala. El acceso de millones de usuarios a algunos de los mayores proveedores de servicios y contenidos de Internet, como Twitter y Spotify, quedaron interrumpidos durante horas.

El incidente puso de manifiesto cómo un ataque masivo a un nodo concreto de Internet puede afectar al conjunto de la Red.

El diagnóstico

Según los expertos, lo que diferenciaba a este ataque DoS (Denegación de Servicio) se otros precedentes fue el uso como asaltantes de artefactos de la Internet de las Cosas (IoT) pirateados, en lugar de ordenadores, como era lo habitual. Lo que hace posible este tipo de ataque son agujeros en la seguridad de muchos de estos nuevos aparatos conectables a Internet.

  • Para bien o para mal, nos hemos acostumbrado a que a los usuarios se nos haga responsables a los usuarios de mantener al día la seguridad de nuestros ordenadores. Lo cual no sucede, por lo menos todavía, al respecto de los artefactos que empiezan a configurar el Internet de las Cosas.
  • Resulta verosímil que las mafias rusas, grupos terroristas o incluso unidades de terrorismo de Estado sean responsables directos de este ataque. Hágase justicia, si se puede. Pero sin olvidar que han sido otros, los diseñadores, constructores e implementadores de artactos IoT con graves fallos de seguridad quienes les abrieron la puerta. La responsabilidad empieza por tomar conciencia de que el mal existe e interiorizar las consecuencias.

La pregunta

En el caso de los fármacos, existen en todos los países reglas, regulaciones e instituciones que establecen comprobaciones que han de superar los nuevos medicamentos antes de ponerse a la venta. ¿No tendría sentido diseñar y poner en práctica algo parecido al respecto de los artefactos conectados a Internet?

Una pregunta que no deja de ser un caso particular de una cuestión de fondo: la postura de la industria tecnológica (y de los ilustrados–TIC que le prestan apoyo incondicional) que sostiene que la legislación, la regulación y las normas sociales se han de adaptar a los intereses de la industria en lugar de lo contrario y habitual: que sea la industria la que se ha de adaptar a las normas sociales y a la regulación, aunque ello le supongo bajar el ritmo. La cuestión de la propiedad intelectual y de la privacidad, por citar sólo dos, son ejemplos al respecto.

Empieza a haber ya demasiadas ocasiones en que la industria tecnológica, enarbolando la bandera de un progreso supuestamente indiscutible, se comporta de un modo socialmente irresponsable. Acaparando las ganancias y dejando a otros que lidien con los daños colaterales. Quizá sea ya hora de que cuestionar este status-quo. Los artefactos tecnológicos tienen, inevitablemente, ideología y política. Conviene reforzar, aunque sólo sea como contrapeso, las políticas sobre tecnología. Queda mucho por hacer.

 

 

Crédito de la imagen: https://mondaynote.com/cheap-iot-threatens-the-internet-c7b44ab390f9#.sf9tnf462

¿Habría que poner límites a la velocidad digital?

160224 BlogUn artículo («Vidas aceleradas«) de Judit Carrera en El País me impulsa a añadir algunas de sus reflexiones a mi última entrada sobre el neoludismo y el debate sobre el ritmo deseable de la aplicación social de los avances tecnológicos.

Extraigo, sin más comentarios, los párrafos que más me han llamado la atención:

«[Estamos en] esa fase de la evolución en la que, gracias a las nuevas tecnologías […] ya es prácticamente imposible distinguir qué es humano de lo que no lo es.«

«¿Cómo es posible que unas tecnologías que habían nacido para ganar tiempo hayan acabado generalizando la impresión de que el tiempo es cada vez más escaso?.»

«La solución no pasa por la desaceleración o por la nostalgia de un pasado menos digitalizado, sino por cuestionar que la velocidad y la novedad sean el único motor del progreso y por no dejar de preguntarnos qué tipo de tecnología queremos y para qué.«

Materias para reflexionar individualmente. También para buscar, diseñar, fabricar espacios en que llevar a cabo una reflexión colectiva.

La innovación más necesaria hoy es la social

160129 BlogParto del artículo «Tecnología y Desigualdad«, publicado en La Vanguardia por un economista de reconocido prestigio.

  • Su diagnóstico: que las «bases fundamentales sobre las que se asienta nuestro futuro se están alterando rápidamente» como consecuencia combinada de una globalización y un cambio técnico que se refuerzan mutuamente.
  • Su pronóstico: «consecuencias devastadoras para el bienestar actual y futuro de las clases medias«.

Siendo como soy de clase media, un pronóstico nada tranquilizador.

160120 Desigualdad ForgesLa recomendación del economista frente a esas fuerzas poderosas (la globalización y el cambio técnico) es «huir de las siempre fáciles soluciones populistas«, que en estos días vienen tanto de la izquierda como de la derecha.

«No reconocer la realidad, por amarga que esta sea,  —  concluye — es una receta segura para el desastre.«

La realidad, en mi opinión cada vez más evidente, que hemos de reconocer es que la expansión de la tecnología no es consecuencia de una ley universal, sino del impulso de grupos concretos e ideologías concretas, que incluyen concepciones también concretas de las configuraciones económicas y sociales que les interesan. Ideologías que conducen a objetivos más alineados con sus intereses particulares que con el interés general. Con el añadido de que no tendrán ningún reparo en acaparar los beneficios a corto plazo y dejar a otros la responsabilidad de lidiar con los daños colaterales de su versión de progreso.

No es la primera vez que eso sucede.

Ya en 2001, The Economist, un medio poco sospechoso de radicalismo antisistema, publicó bajo el titular «Profits over people» un artículo que hoy puede leerse como premonitorio. Entresaco un párrafo para reflexionar:

«No hay duda de que el progreso tecnológico, como el comercio, crean ganadores a la vez que perdedores. La Revolución Industrial conllevó dislocaciones económica y sociales enormemente dolorosas – aunque casi todo el mundo estaría hoy de acuerdo en que las ganancias en el bienestar humano bien merecían el coste.»

Quizá la sociedad en general acabe ganando con los cambios con el concubinato del capitalismo liberal, la globalización y la tecnología. Pero quizá no. Y, en todo caso, no me parece de recibo dar por inevitable que hayan de haber necesariamente consecuencias devastadoras a corto plazo para una parte importante de la ciudadanía.

Sobre esta cuestión, Peter Drucker escribía en 2001, también en The Economist:

«Podemos estar seguros de que la sociedad de 2030 será muy diferente a la de hoy, y que va a tener poca semejanza con la predicha por los futuristas más vendidos de hoy. No va a ser dominado o incluso en forma de tecnología de la información […] La característica central de la próxima sociedad, al igual que la de sus predecesoras, serán nuevas instituciones y nuevas teorías, ideologías y problemas.«

Una predicción que refuerza recordando que:

«Las décadas del siglo XIX posteriores a la primera y segunda revolución industrial fueron, después del siglo XVI, los períodos más fértiles e innovativos para la creación de nuevas instituciones y nuevas teorías.»

En esta línea, pienso que la realidad que hemos de reconocer que muchas las teorías e instituciones que más o menos nos han funcionado en el pasado han perdido validez y/o eficacia. Necesitamos pues grandes dosis de innovación social, como mínimo del mismo calibre que las de innovación tecnológica que por ahora dominan el discurso.

Enlazando con una entrada anterior, es evidente que la tecnología abre cada vez más posibilidades; pero queda por ver cómo añadimos:

  • La capacidad de hacer preguntas poderosas sobre sus objetivos y consecuencias.
  • La capacidad de integrar la tecnología en diseños socialmente deseables y viables.
  • La capacidad de liderar la transformación de los qué (lo que queremos, cuando lo sepamos) en cómos (cómo nos organizamos para hacerlo realidad).

Crédito: Viñeta de Forges, publicada en El País (20/1/2016)

 

Hace falta otro modelo de progreso

Se publica estos días una plétora (‘abundancia excesiva’) de artículos sobre «lo que fue más importante en 2015″ y «lo que será más importante» en 2016′ . En su conjunto producen más confusión que otra cosa, porque cada cual escribe desde su particular punto de vista y casi nadie se preocupa de ponerlo en contexto. El resultado es una cacofonía que, eso sí, nos refuerza en la confusión de lo mucho que habrá que hacer en alinear ópticas, propósitos, principios y valores si queremos que las cosas mejoren de forma sustantiva. Tema éste, el del alineamiento, para otra entrada.

El deslavazado resumen de la Harvard Business Review («What We Learned About Management in 2015, in 25 Charts and Graphics«) me parece una buena ilustración de este déficit de sentido (que se fractaliza, reproduciéndose a todas las escalas). De esos 25 gráficos, sólo me ha llamado la atención el que reproduzco, extraído a su vez de una entrevista con Erik Brynjolfsson and Andrew McAfee, los autores de «The Great Decoupling«.

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El gráfico habla por sí solo. A partir de los 90 (casual o causalmente la década en la que empieza la expansión de Internet y las tecnologías digitales), el crecimiento del PIB y de la productividad no resulta en aumentos ni del empleo ni de los salarios. Ello apunta a dos asuntos que me parecen de interés.

En primer lugar, la evidencia de que es el capital, y no el trabajo, el que se lleva una parte creciente de los beneficios de este modelo de crecimiento/progreso. Estirar de este hilo nos llevaría hacia la cuestión de la desigualdad, sobre la que poco tengo que añadir. Excepto la sorpresa de que, dado que el desacople entre las rentas del capital y el trabajo lleva produciéndose 25 años, el debate sobre esta cuestión no haya explotado mucho antes.

Pero me parece tanto o más interesante constatar que, impulsado por la sinergia entre capitalismo liberal y tecnología, este modelo de progreso necesita cada vez menos a las personas como trabajadores. Pero sigue necesitándoles como consumidores. En tiempos de desempleo alto, salarios bajos y trabajo precario, podría parecer que se plantea una contradicción. ¿Cómo acabarán los consumidores pagando rentas al capital si no obtienen suficientes ingresos?

Por mucho que la HBR haya incluido este gráfico en una lista de temas de ‘management‘, creo que las respuestas a esta cuestión tienen que ver con políticas distributivas, y vendrán por tanto desde el ámbito de la ‘innovación social‘. Pero habrán sorpresas, como apuntaré en una próxima entrada.

Saludos cordiales.