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Sir Tim Berners-Lee reconsidera

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Leo por ahí que Sir Tim Berners-Lee, el creador de la World Wide Web y director of the World Wide Web Consortium (W3C) lidera un proyecto para explorar cómo diseñar una nueva fase de la red. ¿Por qué? Porque, como manifestó ya en 2010 en un artículo en Scientific American que merecía más atención de la que obtuvo, no está para nada satisfecho con algunas de las consecuencias del invento que hace 27 años, regaló al mundo.

Para uno de los impulsores del grupo de expertos reunido al efecto:

«Edward Snowden mostró que con la web hemos construido sin querer la mayor red mundial de vigilancia. China puede impedir que la gente lea según que cosas, a la vez que, en la práctica, unos pocos proveedores de servicios organizan ‘de facto’ la experiencia de los usuarios. Tenemos la capacidad de cambiar todo esto.»

Según la prensa, las conversaciones iniciales del grupo se centraron en la aplicación de posibilidades tecnológicas (criptografía, blockchain, nuevos medios de pago, …) que no estaban disponibles cuando Berners-Lee diseñó y programó la arquitectura de la WWW, con el objetivo de descentralizar el sistema y evitar, o por lo menos disminuir, concentraciones excesivas de poder sobre la red.

Sin embargo, como admite el propio Berners Lee,

«No tenemos un problema de tecnología. Lo que tenemos es un problema social.»

Yo pienso más bien que lo que tenemos es en el fondo un problema político. La tecnología y los artefactos tecnológicos (la WWW lo es) tienen política, y su gobierno exige incorporar (también) una perspectiva política.

Queremos que la Red sea un bien común y se gestione como tal, pero no se tomaron en su momento las medidas apropiadas para garantizarlo. En parte porque la cuestión de cómo gestionar desde una perspectiva común es todavía una cuestión (importante) abierta a debate.

Sobre esta cuestión no puedo dejar de preguntarme qué hubiera pasado si en vez de regalar en su momento la arquitectura de la WWW, Berners Lee la hubiera licenciado. Recordemos que el origen de la fortuna de Bill Gates estuvo en su decisión de no licenciar en su momento MS-DOS a IBM, sino de reclamar una (pequeña) cantidad por copia instalada. Casi seguro que un esquema similar hubiera convertido a Berners-Lee en billonario.

Pero podría haberse también pensado en una licencia que no conllevara una contraprestación económica, como las de Creative Commons o las de software abierto. La Web se inventó en Europa, pero fue desde Silicon Valley desde donde se apropiaron antes de la tecnología para luego liderar la industria y la ideología de la industria. Recordemos, por ejemplo, que Netscape, teniendo su navegador Web como producto estrella, salió a Bolsa en un tiempo récord, iniciando de hecho lo que se acabaría convirtiendo en la burbuja de las punto.com.

¿Fue Berners-Lee estratégica y geopolíticamente ingenuo en su momento?

Entradas recientes relacionadas con esta cuestión:

 

 

La fuerza oscura en la economía digital

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La cara oculta de la Luna. (Wikipedia)

Contundente artículo de Don Tapscott en la Harvard Business Review: «After 20 Years, It’s Harder to Ignore the Digital Economy’s Dark Side«. El autor, que publicó hace dos décadas un muy comentado (y en mi opinión  sobrevalorado) libro sobre la economía digital, señala la emergencia de un ‘lado oscuro’ de la economía digital, concluyendo que:

«Aún cuando la revolución digital nos ha traído muchas maravillas, en retrospectiva llego a la descorazonadora conclusión de que su ‘promesa’ de un mundo más razonable, igualitario, justo y sostenible no se ha cumplido.«

Señala en particular:

  • El impacto en el mercado de trabajo, como consecuencia de la desaparición de industrias y empleos.
  • La destrucción de la privacidad, de un modo irrevocable y sin precedentes.
  • El peligro de una creciente desigualdad social.
  • La dificultad y lentitud de los gobiernos en estar a la altura de los retos sociales de lo digital.
  • La degradación de las democracias.

Me parece especialmente oportuno el párrafo con el que cierra su artículo:

«Los hechos han desmentido a los tecno-utopistas: la tecnología no crea prosperidad, buena democracia y justicia – lo hacen los humanos. Para asegurarse de que la economía digital cumple su promesa, necesitaremos un nuevo contrato social que garantice oportunidades para el pleno empleo, que proteja nuestra privacidad, y que genere prosperidad no sólo para unos pocos, sino para todos.«

No podría estar más de acuerdo. Así y todo, añadiría una reescritura de este párrafo desde un ángulo complementario.

«Constatemos la evidencia de la magnitud y el alcance del lado oscuro de la economía digital. Al mismo tiempo, no aceptemos que sea una consecuencia inevitable del cambio tecnológico: La tecnología no destruye puestos de trabajo, ni genera desigualdad, ni tiene por qué amenazar la privacidad. Son los que han estado consciente o inconscientemente liderando el desarrollo de lo digital los que lo han hecho. La economía digital tiene un lado oscuro porque hay quien la lidera desde el lado oscuro. Contra ellos hay que y habrá que batallar.»

Más fácil, desde luego, decirlo que hacerlo. Este nuevo contrato requiere un liderazgo que hoy por hoy no parece evidente. Y este liderazgo, como todos, exige claridad en la dirección, eficacia en el alineamiento de quienes lo diseñen y un compromiso a medio plazo para una batalla larga y desigual. Habrá que reunir fuerzas para ello.

La privacidad ha de estar fuera del mercado

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Me inquietó hace unas semanas el titular y el contenido de uno de nuestros más ilustres ilustrados-TIC: «Privacidad vs. control: gana el mercado«. Su tesis es que:

«La tecnología ha dado lugar a un escenario en el que, entre el supuesto papel del Estado como regulador y el poder del mercado, este último tiene siempre todas las de ganar.«

Una opinión, aunque se presente como un dogma, preocupante y censurable.

De entrada, porque (no nos cansaremos de repetirlo) la tecnología no ha dado ni dará lugar a ningún escenario. Quien lo hace es la gente que genera, promueve, apoya un cierto modo de despliegue de la tecnología. Hay que ir más allá de las apariencias y los eslógans. «Cherchez la famme.» «Follow the money.»

«Lo que la filosofía puede hacer es decirnos cómo funciona la ideología […] Hacer visibles procesos de pensamiento que de lo contrario serían invisibles.»

Entrevista a Markus Gabriel en Ara (3/4/2016).

También porque las posturas de ese tipo no son conclusiones que se deriven de los hechos, sino consecuencias de una postura ideológica ‘a priori’, según la cual convendría (a algunos) que la mano invisible del mercado sustituyera cuanto más mejor a la dinámica de la política. Cito a Milton Friedman (citado a su vez en la Sociofobia de César Rendueles):

«Cuanto más amplio sea el número de actividades cubiertas por el mercado, menor será el número de cuestiones en las que se requieren decisiones expresamente políticas y, por tanto, en las que es necesario alcanzar un acuerdo.»

La historia muestra que el mercado es un ente artificial, que al ser creado ‘ex-profeso‘ reeemplazó otras prácticas explícitas de organización y gestión de las sociedades. El capitalismo de mercado se conformó abarcando inicialmente tres ‘bienes falsos‘: la tierra, el trabajo y el dinero. En un régimen de mercado, la tierra dejó de ser de quien la trabaja; la vivienda o el trabajo dejaron en la práctica de ser derechos de hecho; el dinero se ha convertido, más que un instrumento para engrasar la economía, en un objetivo abstracto de quienes lo acumulan y exigen su rédito. Los derechos de ‘los mercados‘ acaban prevaleciendo sobre los de la  sociedad y las personas, sin que nadie se haga responsable de los ‘fallos del mercado‘ cuando éstos se hacen evidentes. Lo cual acostumbra a ser después de que algunos se hagan ricos aprovechándolos.

Precisamente por eso los capitalistas más voraces, hoy en el ámbito de los disruptores digitales, se esfuerzan sin descanso en ampliar el catálogo de bienes sometidos al régimen de mercado. Por eso su empeño, apoyado acrítica o interesadamente por los ilustrados-TIC, en que nuestra privacidad pase a ser, despersonalizándola, un artículo más de su catálogo. 

«While industrial-age processes simply removed human beings from the equation, these digital processes seek to simulate humanity through artificial social media.»

Douglas Rushkoff, «Throwing Rock’s at Google´s Bus«.

Puedo entender que haya quien, frente a la inepcia de tantos gobernantes en poner coto a la voracidad de los mercados, incluyendo a los digitales, considere que el mercado resulte una opción menos mala que una regulación defectuosa o ineficiente. Pero nos queda una tercera alternativa, la gestión común de los commons, estudiada, descrita y prescrita por la escuela de Elinor Ostrom.

Seamos, sin embargo, conscientes de una dificultad. Crear instituciones de gestión de los commons para proteger (y más aún sustraer) algo de la expansión de los mercados extractivos requiere una visión maximalista de la innovación social. Nadie puede hacerlo solo. Queda mucho por pensar, escribir, actuar.