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Ideología e instituciones para la Revolución Industrial 4.0

El Presidente del World Economic Forum (WEF), organizador de la célebre reunión de Davos, parece tener la certeza de que estamos abocados a una cuarta revolución industrial:

«Estamos al borde de una revolución tecnológica que alterará los fundamentos del modo en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos unos con otros. Por su escala, alcance y complejidad, esta transformación será diferente de todo lo que la humanidad ha experimentado hasta ahora.»

Se trata de una afirmación discutible. De entrada, porque no es la revolución tecnológica lo que ha provocado, provoca o puede provocar la transformación de la humanidad. Recordemos, una vez más, el dictamen de  Peter Drucker:

«La sociedad de 2030 será muy diferente de la actual y muy poco parecida a la que predicen los futuristas más prominentes. No estará dominada, ni siquiera conformada por la tecnología. La característica central de la nueva sociedad, como la de sus predecesores, serán nuevas instituciones y nuevas teorías, ideologías y problemas

La evidencia muestra, en efecto, que la ideología del capitalismo de mercado y las instituciones diseñadas desde esta ideología fueron el verdadero desencadente de la revolución industrial en Occidente. La tecnología fue el instrumento de ese modelo de desarrollo social. En los países comunistas, la misma tecnología, conducida desde la ideología marxista, fue instrumental para otro modelo totalmente distinto.

El CEO del WEF es ambiguo, creo que deliberadamente, sobre el modo en que tendrá lugar esta nueva gran transformación. Por una parte reconoce que:

«Ni la tecnología ni la disrupción que la acompaña son fuerzas exógenas acerca de las cuales los humanos carecen de control.

Tras lo cual concluye que:

Todos nosotros somos responsables de guiar su evolución […] Deberíamos aprovechar la oportunidad y el poder que tenemos para conformar la Revolución Industrial 4.0 y dirigirlas hacia un futuro que refleja nuestros objetivos y valores comunes.»

La ambigüedad, claro está, reside en el alcance del nosotros al que se refiere. ¿Cuáles son esos objetivos y valores? ¿Cuál es la comunidad que los tiene en común? ¿Quién, exactamente, tiene ese poder de conformar el rumbo de la RI 4.0?

La realidad, entre otras, de la política actual es una muestra de la fragmentación de la sociedad y de la dificultad de encontrar objetivos y valores comunes. También de la dificultad, cuando no de la impotencia, de las instituciones para gestionar esta realidad. La postura del WEF ante esta realidad planta una semilla muy peligrosa:

«Los gobiernos se enfrentarán a una presión creciente […] a medida que su rol central de conducir la política disminuye debido a nuevas fuerzas de competencia y a la redistribución y descentralización del poder que las nuevas tecnologías hacen posible […] En último término, la capacidad de adaptación de los sistemas de gobierno y las autoridades públicas determinará su supervivencia.»

La evolución tecnológica y la disrupción que comporta no son un fenómeno espontáneo. Resultan de objetivos, intenciones, impulsos e inversiones encarnadas en colectivos más o menos indeterminados, pero de ningún modo inclusivos ni demostrablemente democráticos. Es irresponsable descartar sin más la posibilidad de que, como señala Douglas Rushkoff en su último libro,

«Las nuevas tecnologías no se estén desarrollando para el beneficio de la humanidad, ni siquiera el de nuestros negocios, sino para maximizar el crecimiento del mercado especulativo. Y resulta que no da lo mismo.» 

Concluir entonces que lo único que las instituciones públicas deben hacer sea adaptarse equivale prácticamente a proponer un golpe de Estado. Que podría funcionar, porque el CEO del WEF tiene un punto (o más) de razón  cuando concluye que:

«Los decisores [públicos] de hoy están a menudo demasiado atrapados en un pensamiento lineal tradicional […] como para pensar estratégicamente acerca de las fuerzas de disrupción e innovación.»

También cuando afirma que:

«Los sistemas actuales de formación de políticas [públicas] y de toma de decisiones evolucionaron […] cuando los decisores tenían tiempo para estudiar cada asunto y desarrollar la respuesta necesaria y el marco regulatorio adecuado.»

Pero ‘adaptarse‘ no puede ser la única opción. Corresponde a la tecnología y a quienes la impulsan aportar a la sociedad opciones, pero no decidir sobre ellas. Un organismo vivo, y la sociedad lo es, crece no en función de los nutrientes más abundantes, en este caso la tecnología, sino de los más escasos. En este caso, como reconoce el propio WEF, la responsabilidad del liderazgo es ayudar a proporcionar respuestas sobre el ‘para qué’ de cada una de las opciones tecnológicas y sobre el ‘cómo’ desplegar las que corresponda.  Algo para lo que serán necesarios innovación nuevos diseños institucionales y sociales inspirados por valores que vayan más allá de la simple eficiencia tecnológica.

Será cuestión de ponerse a ello.

Artefactos fuera de control: ¿Quién se hace responsable?

161108 IoT MessEn este tiempo de informaciones desbocadas y tiempo acelerado, la noticia del ataque pirata a un centro neurálgico de Internet el 21/10/2016 ha dejado de ser de actualidad. Muchos de los que la registraron la habrán incluso olvidado.

No debería ser así. Porque para que el incidente no se repita, la próxima vez corregido y aumentado, habría que señalar a los responsables de que ocurriera y también a quienes se hayan de responsabilizar de las acciones correctoras oportunas. Y no tenemos ninguna garantía de que eso se esté haciendo.

Los hechos

El Viernes 21 de Octubre, un elemento clave de la infraestructura de Internet fue el objetivo de una serie de ataques cibernéticos a gran escala. El acceso de millones de usuarios a algunos de los mayores proveedores de servicios y contenidos de Internet, como Twitter y Spotify, quedaron interrumpidos durante horas.

El incidente puso de manifiesto cómo un ataque masivo a un nodo concreto de Internet puede afectar al conjunto de la Red.

El diagnóstico

Según los expertos, lo que diferenciaba a este ataque DoS (Denegación de Servicio) se otros precedentes fue el uso como asaltantes de artefactos de la Internet de las Cosas (IoT) pirateados, en lugar de ordenadores, como era lo habitual. Lo que hace posible este tipo de ataque son agujeros en la seguridad de muchos de estos nuevos aparatos conectables a Internet.

  • Para bien o para mal, nos hemos acostumbrado a que a los usuarios se nos haga responsables a los usuarios de mantener al día la seguridad de nuestros ordenadores. Lo cual no sucede, por lo menos todavía, al respecto de los artefactos que empiezan a configurar el Internet de las Cosas.
  • Resulta verosímil que las mafias rusas, grupos terroristas o incluso unidades de terrorismo de Estado sean responsables directos de este ataque. Hágase justicia, si se puede. Pero sin olvidar que han sido otros, los diseñadores, constructores e implementadores de artactos IoT con graves fallos de seguridad quienes les abrieron la puerta. La responsabilidad empieza por tomar conciencia de que el mal existe e interiorizar las consecuencias.

La pregunta

En el caso de los fármacos, existen en todos los países reglas, regulaciones e instituciones que establecen comprobaciones que han de superar los nuevos medicamentos antes de ponerse a la venta. ¿No tendría sentido diseñar y poner en práctica algo parecido al respecto de los artefactos conectados a Internet?

Una pregunta que no deja de ser un caso particular de una cuestión de fondo: la postura de la industria tecnológica (y de los ilustrados–TIC que le prestan apoyo incondicional) que sostiene que la legislación, la regulación y las normas sociales se han de adaptar a los intereses de la industria en lugar de lo contrario y habitual: que sea la industria la que se ha de adaptar a las normas sociales y a la regulación, aunque ello le supongo bajar el ritmo. La cuestión de la propiedad intelectual y de la privacidad, por citar sólo dos, son ejemplos al respecto.

Empieza a haber ya demasiadas ocasiones en que la industria tecnológica, enarbolando la bandera de un progreso supuestamente indiscutible, se comporta de un modo socialmente irresponsable. Acaparando las ganancias y dejando a otros que lidien con los daños colaterales. Quizá sea ya hora de que cuestionar este status-quo. Los artefactos tecnológicos tienen, inevitablemente, ideología y política. Conviene reforzar, aunque sólo sea como contrapeso, las políticas sobre tecnología. Queda mucho por hacer.

 

 

Crédito de la imagen: https://mondaynote.com/cheap-iot-threatens-the-internet-c7b44ab390f9#.sf9tnf462

El inmobiliario corrompe el crowdfunding

160906 BlogSuponía que todos estábamos de acuerdo en haber interiorizado el efecto desastroso de la combinación de dos errores:

  • Permitir que el sector inmobiliario se convirtiera en motor de la economía.
  • Permitir que el sector financiero fuera la gasolina de ese motor (y no de otros).

Los titulares de estas semanas, que anuncian como una buena noticia la recuperación del inmobiliario, hacen temer que estemos a punto de que las fuerzas del mal estén volviendo a las andadas. Con el añadido de que, añadiendo la guinda del ‘crowdfunding, se incita a convertir en especuladores inmobiliarios a segmentos más amplios de la población.

En su origen, el crowdfunding era un mecanismo de financiación para apoyar proyectos empresariales, culturales o sociales al margen del ‘sistema’. Pero esta nueva moda utiliza el crowdfunding, corrompiendo su espíritu inicial, para reforzar un sistema (la inversión/especulación inmobiliaria) que ya ha demostrado sobradamente ser perverso.

Según el profesor García Montalvo (UPF), citado en el artículo de La Vanguardia,

Están proliferando este tipo de proyectos porque los fondos de inversión y la bolsa proporcionan rentabilidades tan bajas al ahorrador, en ocasiones hasta negativas, que se está volviendo al ladrillo”.

Me asaltan varias dudas/inquietudes:

  • ¿No hay algo profundamente disfuncional en un entorno empresarial y financiero que no es capaz de ofrecer otras alternativas de inversión responsable a los ahorradores?
  • ¿No podrían quienes tienen poder para ello imponer políticas, fiscales como mínimo, que desincentivaran la inversión/especulación inmobiliaria y primaran otras alternativas?
  • Movimientos de este tipo no pueden tener otro efecto que aumentar el déficit en vivienda asequible. ¿No podría generarse una alternativa en base a la combinación de políticas públicas y de innovación/emprendimiento social, incluyendo tal vez mecanismos de crowdfunding ético?

Necesitamos, con urgencia, imaginar y articular nuevos relatos, y nuevos proyectos a partir de ellos. Hay causa sobrada sobre el PARA QUÉ. Hay pistas plausibles sobre los QUÉ. Pienso que, como en otros asuntos de interés colectivo, tenemos un déficit de CÓMO.