Entradas

Un panorama asombroso y aterrador

Corremos en masa hacia lo virtual porque lo real nos exige demasiado.
(Nicholas Carr)

El anuncio de los planes de Facebook para integrar la realidad virtual y la realidad aumentada en su estrategia ha tenido un eco considerable, que no es mi intención aumentar desde aquí.

Me sorprende, sin embargo, encontrar pocas menciones del precedente de Google Glass, un intento de Google con intenciones similares (y tecnología menos potente, supongo) que a la postre resultó fallido después de ser (según Fortune) uno de los ‘gadgets’ más sobrevendidos.

Confieso que no me disgustaría que las intenciones de Facebook sobre sus aplicaciones de la realidad virtual tuvieran un final similar a las de las gafas de Google. Por los mismos motivos que en su momento me suscitó el anuncio de Google:

  • La sensación creciente de que, como escribía Morozov en el New York Times, los gurús tecnofílicos de Silicon Valley se han embarcado en el empeño de ofrecernos posibilidades virtuales de desviar nuestra atención de la realidad real.
  • En The New Yorker, George Parker escribía en la misma línea: «Cuando las cosas no funcionan en el reino de lo real, la gente se dirige hacia el reino de los bits. Si el mundo físico resulta ser intransigente, podemos refugiarnos en el virtual».

Recuerdo al respecto que la afirmación del ex-CEO deGoogle, en Barcelona hace 10 años, de que los móviles nos convierten en cyborgs, pero del buen género. Me alarmó, sobre todo, porque lo decía tan satisfecho. Seguramente porque un futuro de cyborgs domesticados, consumidores de una realidad virtual filtrada por Google (o Facebook) sería bueno para el futuro de su negocio.

De vuelta a 2017, un medio nada sospechoso de tecnofobia como Business Insider titulaba que «la visión de Facebook para el 2026 es asombrosa y aterradora».

Sólo añadiré que, en la literatura de todos los tiempos, la presencia del diablo es también asombrosa y aterradora. Pura coincidencia, seguramente.

Confianza, carisma, liderazgo, poder

161031 Confidence Leadership

Publicada en The New Yorker, 30/10/2016

Aprovecho la relativa calma del fin de semana para leer y escuchar con calma el discurso de despedida de Obama como Presidente de los EEUU.

Aunque sea probablemente demasiado pronto para juzgar su legado, podemos preguntarnos: ¿Ha sido Obama un buen líder?

Es evidente que habrá más de una respuesta. Para empezar, porque no hay una definición única de los atributos de un buen líder. Además, por supuesto, por la evidencia de que la mitad del país ha votado como su futuro jefe (¿o líder?) a un candidato que difícilmente podría ser más distinto del todavía presidente.

Muchos coinciden en considerar la visión, la capacidad de transmitir como una historia de futuro, como uno de los atributos clave de un líder. Quizá junto con el carisma, la capacidad de suscitar la admiración de sus seguidoresy de motivarles para convertir en realidad una visión compartida.

Yo pensaba que Obama tenía ambas cualidades: carisma y visión.

Pero quizá no. En uno de sus reportajes antes de las elecciones, el New Yorker atribuía a Hillary Clinton lo siguiente:

«Los votantes necesitan una narrativa para sus vidas […] incluyendo alguien a quien culpar por lo que haya ido mal. Donald Trump les ha dado una historia sencilla, fácil de entender y hasta cierto punto satisfactoria. Creo que los Demócratas no les hemos proporcionado un mensaje tan claro como haría falta acerca de cómo vemos la economía.» 

Creo que deberíamos retener esta última frase y pensar sobre ella. ‘Algo va mal‘, escribía Tony Judt hace algún tiempo, incluso antes de la propaganda que intenta vendernos los robots, la inteligencia artificial y facetas similares de la tecnología como sinónimos del progreso de la humanidad.

Tema para otro día. De vuelta a la cuestión del liderazgo de Obama, confieso que me sorprendió en un principio el comentario de Pilar Rahola en La Vanguardia:

«Así se van los Obama, con arrogancia, desprecio y prepotencia. No entendieron nada.«

Buceando un poco por la red, descubro que a Pilar Rahola nunca le ha convencido Obama. Defiende en cambio a Israel, cuyo Presidente actual, como tampoco la mayoría de sus antecesores, da ciertamente un imagen en nada parecida a la Obama. Lo qué si transmite la capacidad de tomar decisiones desagradables, a la vez que el gusto por ejercer el poder. Dos atributos que algunos, quizá la propia Rahola, quizá los votantes de Trump, considerarán como atributos cruciales de un buen líder.

Warren Bennis, reconocido como una autoridad en la temática del liderazgo escribió que:

«En cierta medida, el liderazgo es como la belleza; es difícil de definir, pero lo reconoces en cuanto lo ves.»

Así es. Al igual que sobre la belleza, hay opiniones para todos los gustos.

La inteligencia asombrosa es la natural

screen shot 2016-03-09 at 14Las máquinas, incluso máquinas baratas, ya son capaces de ganar sistemáticamente a cualquier humano al ajedrez. Hemos visto también como una máquina, no precisamente barata, ha ganado claramente a jugadores de Go de primer nivel. Es por tanto obligado pensar a fondo sobre el potencial, positivo y negativo, de la inteligencia artificial (o el ‘deep learning, como parece que se prefiere llamarle ahora).

«The people who say that artificial intelligence is not a problem tend to work in artificial intelligence.»

Nick Bostrom en The New Yorker

De todos modos, si los datos de la imagen son veraces, lo que me maravilla de verdad es que una persona sea capaz de plantar cara a un ejército de máquinas respaldado por un ejército de científicos y programadores, sin duda inteligentes.

Yendo más allá, creo que se puede decir que nadie entiende todavía por completo lo que es la inteligencia. Ni siquiera está claro que se trata de una única facultad (‘la inteligencia’) o de un variedad de ellas (‘inteligencias múltiples).

Supongo pues que sería razonable apostar a que los científicos y técnicos del equipo AlphaGo no son capaces de explicar en detalle, y menos aún reproducir en sus máquinas, la inteligencia que les hace capaces de programar esa máquina supuestamente inteligente. Lo cual no deja de ser, me parece a mí, una maravillosa paradoja.

Imagino una analogía. Paseando por el MOMA observamos a un pintor trabajando en una copia, de excelente calidad, de (digamos) ‘La Noche Estrellada‘ de Van Gogh. ¿Qué es lo que nos parecería más admirable?