Les llaman predicciones, pero parecen amenazas
Jaron Lanier, por ejemplo, ya avisaba en «You’re Not a Gadget» sobre las estrategias de quienes pretenden «hacer obsoleta a la gente, de modo que los [sus] ordenadores parezcan más avanzados«. Retengamos esta línea de pensamiento, y apliquémosla a la última de las seis predicciones del profeta tecnológico:
«Sensores en nuestros cuerpos harán el seguimiento de los indicadores clave de salud, transmitiéndolos de modo inalámbrico a nuestros móviles, añadiendo así a los numerosos artefactos que tendrán una interfaz directa con nuestros cuerpos, formado bucles de realimentación biológicos e informacionales. Como resultado, cambiará la propia idea de lo que significa ser humano. Será cada vez más difícil trazar la línea entre hombre y máquina.«
Pienso que esta frase sólo se le ocurre a alguien a quien le interese un futuro en que personas y máquinas resulten intercambiables. Para que fueran, por ejemplo, igualmente controlables. Pero puede haber más. Lancemos la imaginación al vuelo y preguntemos:
- Si esa concepción tuviera objetivos conscientes, ¿cuáles podrían ser?
- Si esos objetivos beneficiaran a algunos de forma desproporcionada, ¿a quiénes podría ser?
- Si esos algunos no somos nosotros, ¿qué nos interesaría hacer al respecto? ¿para qué? ¿cómo estaríamos dispuestos a hacerlo?
Preguntas poderosas para reflexionar. Habrá más.
M. Chagal. Vidriera que representa al poeta Ezequiel.
Empezaré confesando que cada vez me irritan más los profetas tecnológicos, como el autor de la pieza «These 6 new technology rules will govern our future«) que publica el Washington Post (que tiene a Jeff Bezos, el CEO de Amazon, como propietario):
Lo que me molesta no es tanto que algunas de estas profecías me resulten increíbles (las #3 y #5 en concreto) o incómodas (la #6), sino que se presenten como inevitables sin más justificación que un flagrante determinismo tecnológico:
Insistiría en primer lugar, aunque sea un tema recurrente en este espacio, que la tecnología no está creando ninguna regla, porque no tiene autonomía para hacer algo así. La tecnología evoluciona como consecuencia de actuaciones de personas, grupos o empresas que la conciben, diseñan, producen, difunden y consumen. Podemos admitir como una predicción plausible, por ejemplo, que se digitalizará todo lo digitalizable (y que se intentará además digitalizar lo no digitalizable). La tecnología lo permite, pero no lo impone. La digitalización es un resultado, previsible si se quiere, de las decisiones de gente que digitaliza cosas. Por los motivos que sean, no siempre altruistas.
En la misma línea, quizá sería apropiado conjeturar que lo que subyace a estas predicciones del autor no es tanto una inexistente ley tecnológica, ni tampoco su improbable capacidad como vidente, sino el conocimiento de las intenciones de quienes utilizan o planean utilizar la tecnología de un determinado modo y con unas determinadas intenciones.