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El auge de los robots plantea dilemas

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Reproduzco una porción de la portada de La Vanguardia de 25 de Enero.

Me parece acertado sólo a medias. Porque es cierto que el auge de los robots plantea dilemas. Pero no sólo económicos, ni sobre todo económicos.

Por economía de medios, cito de sólo uno de los libros que tratan más o menos directamente la cuestión:

«La tecnología crea posibilidades y potencial, pero en último término el futuro al que lleguemos depende de nuestras elecciones […] Nuestro éxito no depende sólo de las elecciones tecnológicas, ni siquiera en la co-invención de nuevas organizaciones e instituciones. A medida que disminuyen las restricciones sobre lo que podemos hacer, es inevitable que nuestros valores sean más relevantes que nunca […] Necesitamos pensar en mucha más profundidad acerca qué es lo que realmente queremos y qué es lo que valoramos, como individuos y como sociedad.«

Klaus Schwab, el CEO del World Economic Forum, escribía en la misma línea hace pocos días  (en una pieza larga que vale la pena leer de arriba a abajo):

«Neither technology nor the disruption that comes with it is an exogenous force over which humans have no control. All of us are responsible for guiding its evolution, in the decisions we make on a daily basis as citizens, consumers, and investors. We should thus grasp the opportunity and power we have to shape the Fourth Industrial Revolution and direct it toward a future that reflects our common objectives and values.

To do this, however, we must develop a comprehensive and globally shared view of how technology is affecting our lives and reshaping our economic, social, cultural, and human environments. […] In the end, it all comes down to people and values. We need to shape a future that works for all of us by putting people first and empowering them.«

En esta línea, el auge de los robots plantea de entrada cuestiones éticas (sobre los valores, sobre lo bueno y lo malo) y políticas (como nos organizamos colectivamente para potenciar los valores que consideremos deseables). Las cuestiones económicas aparecerán sin duda en la agenda, pero deberían ser sólo subordinadas e instrumentales. En ningún caso las dominantes. De lo contrario estamos dando a la economía (o tal vez a la econocracia) vara alta sobre la ética y la política.

Recuerdo una cita de Langdon Winner, un autor que incorporo a la lista de lecturas anotadas en otro apartado de esta Web:

«En el terreno técnico repetidamente nos involucramos en diversos contratos sociales, las condiciones de los cuales se revelan sólo después de haberlos firmado.

La ballena y el reactor

Se plantean varias cuestiones, pendientes para mejor ocasión:

  • ¿Cuáles son nuestros valores individuales acerca del desarrollo tecnológico y su impacto?
  • ¿Cómo y dónde podemos contrastarlos para construir una base común? ¿Sabremos hacerlo?
  • ¿Cómo podemos contribuir a que esos valores compartidos guien la evolución de las cosas? ¿Sabremos hacerlo
  • ¿Por dónde empezamos?

 

 

 

 

 

La econocracia del uno por ciento

160114 InestabilidadTengo la impresión de que las noticias de estos días sobre la inestabilidad de los mercados financieros deben resultar incomprensibles para el 99% de la población. Resulta que ahora, en contra de lo que muchos habíamos entendido:

  • Es malo para ‘los mercados‘ que el precio del petróleo baje.
  • Otra consecuencia negativa de la debilidad del crecimiento es que «hace difícil que haya inflación«.

Para mí, e imagino que también para muchos como yo:

  • Es bueno que el petróleo baje, porque la consecuencia debería ser la de abaratar unas cuantas de las cosas que compramos.
  • Es bueno que la inflación sea baja, porque los sueldos no suben y hay que pagar las facturas. Y ahorrar para la vejez, si se puede, porque el futuro de las pensiones no parece muy seguro, que digamos.

Sucede que nuestra manera de pensar y nuestros intereses no sólo no están alineados con los de ‘los mercados’, sino que podrían ser incluso contradictorios. Porque:

  • ‘Los mercados’ tienen interés en los beneficios de las empresas petroleras, que ahora mismo disminuyen.
  • Algunos inversores habrían además apostado por las empresas de ‘fracking’, que son sólo rentables cuando el precio del petróleo está por encima de un mínimo; ahora podrían perder su inversión.
  • No sólo éso. La industria petrolífera en su conjunto, y los nuevos entrantes con mayor intensidad, multiplicaron su deuda para invertir en lo que se percibía como una nueva fuente de suministro. Lo que para algunos significa que se ha creado una nueva burbuja que, si se traslada al sector financiero como la anterior, podría hacer revivir la crisis del 2007 – 2008.

Ya se sabe que lo que guía a los inversores son las expectativas. Pero, ¿tenía sentido que esperar que China pudiera mantener indefinidamente tasas de crecimiento del 9 o 10% anual? En 2009, el PIB de China fue de unos 5.000.000 millones de dólares; en 2015 superó los 10.000.000 millones. Eso significa que para crecer al mismo ritmo de 2009, la China tiene ahora que añadir cada año a su economía el doble que entonces. Los crecimientos exponenciales acaban siempre siendo insostenibles; sólo es cuestión de tiempo.

Un comentario, antes de concluir, sobre el asunto de la inflación. Tomo un párrafo de un diario:

«El petróleo barato […]  hace casi imposible que haya inflación, lo que aleja la subida de tipos y complica el pago de las deudas a estados, empresas y particulares […] Si caen los beneficios de las petroleras, se complica el pago de su deuda.«

La inflación (el dinero de hoy vale menos que el de ayer) ayuda a pagar las deudas, pero penaliza a los ahorradores. Como hemos visto con la crisis de las hipotecas, la cuestión de las responsabilidades de la deuda, las de los deudores y los acreedores, es en el fondo una cuestión moral, no sólo económica y mucho menos un detalle técnico. Es cada vez más urgente revisar los ‘marcos mentales‘ imperantes sobre este asunto. A quien le interese esta cuestión le aconsejo sin reservas el magnífico libro de David Graeber.

Acabo. Si hemos de juzgar por las lecciones de crisis anteriores, podemos temer que la conclusión sea que ‘los mercados’ atienden a inversores (lo cual no es malo), pero también (y quizá más) a especuladores. Esos mercados (pero no todos los mercados) son instrumentos del 1%. La economía que proclaman (tomo prestada la frase de Antonio Baños) «no es más que una forma especialmente virulenta del derecho«. Una causa más que añadir a la agenda de las innovaciones sociales pendientes: revisar las bases de la economía y las finanzas, rehacer esa rama del derecho.

Saludos cordiales.

Imagen: Viñeta de Forges, publicada en El País el 14/1/2016