Entradas

Zuckerberg: ¿Un dictador benevolente?

Mark Zuckerberg ha cumplido una de sus promesas. aunque quizá no del modo en que lo imaginaba.

Hace unos años. en una carta dirigida a los potenciales accionistas en ocasión de la salida a Bolsa de Facebook, su CEO manifestaba que

«Tenemos un lema: Move fast and break things.«

Con el incidente de Cambridge Analytica y su posterior gestión, Facebook ha quebrado, en efecto, la confianza de inversores y usuarios bien intencionados, a una escala que The Economist califica como un fallo épico (epic fail‘) en una implacable imagen de portada.

Sería demasiado fácil añadir más madera a la ya abundante leña publicada sobre el árbol caído. Aparte de recomendar la lectura, con la perspectiva de hoy, de la comunicación de 2012 a sus futuros accionistas, me interesa comentar un aspecto de las manifestaciones que Zuckerberg hace acerca de su visión del futuro en una entrevista en Vox.

Empieza confirmando su afirmación anterior de que Facebook se parece más a un gobierno que a una empresa tradicional, ofreciéndose como árbitro y regulador de enfrentamientos que tienen lugar en su red:

«La gente comparte muchos contenidos y en ocasiones hay disputas acerca de si un contenido es aceptable […] Estamos en la posición, más que otras compañías, de arbitrar en estas disputas entre diferentes miembros de nuestra comunidad. Y para ello hemos tenido que construir un conjunto completo de políticas y de gobernanzas.»

A continuación, aún admitiendo que «no es evidente que una oficina en California sea la mejor ubicación para determinar políticas para gentes de todo el mundo» se reafirma en su objetivo de intentarlo, adoptando el rol de un dictador benevolente.

«Mi objetivo es crear una estructura de gobernanza en torno a los contenidos y la comunidad que refleje mejor lo que la gente quiere que lo que puedan querer los accionistas orientados al corto plazo.»

Aún admitiendo que Zuckerberg sea sincero, ¿se trata de un objetivo realista? ¿Es concebible que pueda crearse de arriba hacia abajo una tal estructura de gobernanza para una colectivo tan amplio? Más aún cuando, aunque Zuckerberg insista en lo contrario, el colectivo de usuarios de Facebook no constituye una comunidad – según Facebook sólo un 5% de sus usuarios forman parte de grupos con sentido. Para la mayoría, su común unidad se limita a utilizar Facebook.

La misma reserva, dicho sea de paso, puede aplicarse a muchas de las propuestas de regular Facebook desde los poderes públicos, aunque sólo sea porque muchas Administraciones tienen también tendencias de dictador benevolente.

Una alternativa sería, en la línea de las propuestas de la Premio Nobel de Economía Elinor Olson, dar a los usuarios la capacidad de crear sus propias reglas. La dificultad, claro está, es que ello exigiría al dictador benevolente y a sus accionistas dos compromisos radicales.

  1. Considerar como bien común los contenidos que aportan los usuarios.
  2. Adoptar los principios de diseño bottom-up de comunidades, en la línea de los propuestos por Elinor Ostrom (accesibles aquí), que configuran un tipo de organización en varios niveles, cada uno de ellos autogestionado.

Una propuesta que a buen seguro encontrará muchas resistencias, porque conllevaría la obligación de gestionar independientemente la red social y el negocio publicitario de Facebook, y por extensión el de empresas con un modelo de negocio similar.

¿Qué esperar pues? Pienso, y me gustaría equivocarme, que poco progreso a corto plazo. Porque los dictadores benevolentes también tienen su tribu.

 

Cuando todos tenemos la culpa, pero la responsabilidad no es de nadie

160413 Culpa y responsabilidad ForgesNo debo ser el único en sentirme aludido por esta viñeta de Forges. Esos políticos son los que hemos elegido. Pese a sus manifiestas divergencias, sus posiciones coinciden en algo fundamental: la culpa de todo siempre la tienen los otros. Y, de rebote, los que hemos votado a los otros. O sea, todos menos ellos. Nadie se hace responsable.

¿Qué pasaría si todos los que albergamos últimamente estos sentimientos hiciéramos, por ejemplo, una huelga de votos caídos? Muy probablemente, que los políticos no votados encontrarían la forma de echarnos a nosotros la culpa de la abstención y salir ellos indemnes.

La situación me hace recordar el viejo chiste acerca de un profesional júnior del marketing que justificaba ante su jefe las bajas cifras de venta de su producto argumentando que “He hecho un estudio de mercado y el mercado se equivoca”. Le despidieron. Para una empresa, el mercado es como es; de lo que se trata es de entenderlo o de influir en él.

160409 Economist Facebook coverPero se puede dar la vuelta al argumento, porque la historia funciona también al revés.

 

Un reportaje en The Economist informa de que Facebook vale en Bolsa 325.000 millones de dólares, lo que la sitúa en el sexto lugar del ranking mundial de empresas cotizadas.

Imagino que si hicéramos una encuesta acerca de la justificación de este fenómeno, serían muchos los tentados de argumentar que el mercado se equivoca. Que lo que Facebook produce no vale tanto. Que  no se le debería dar tanto valor.

Una reflexión que podría a extenderse a la valoración de otras plataformas digitales. (No citaré ninguna, pero mis seguidores, si tengo alguno, sabrán que pienso en primer lugar en Uber y similares).

Así y todo, aún tomando el cuenta la enormidad de estas valoraciones, un informe reciente de McKinsey, citado en Fortune, avisa de que:

«En todas las industrias, los disruptores digitales a menudo destruyen más valor para los incumbentes del que crean para ellos mismos.«

Una afirmación que, viniendo de quien viene, debería hacernos reflexionar.

Por dos motivos. En primer lugar porque, como argumenta apasionadamente Douglas Rushkoff en su último libro, la lógica de estas plataformas digitales es «extraer valor de sus participantes y enviarlo hacia arriba». Un arriba con mucha menos gente que abajo, que alberga a financieros y especuladores del 1% con los que la mayoría tenemos más bien poco en común.

Pero, y quizá éste sea el motivo de preocupación más importante, hay también que reflexionar sobre los daños colaterales que genera la destrucción destructiva de (algunas de) estas plataformas. Los vendedores de enlaces no se sienten responsables del futuro del periodismo. Ni las plataformas de streaming del modus vivendi de los músicos. Ni Uber del transporte público. Ni las plataformas de turismo P2P del equilibrio habitacional de los barrios. Ni Facebook de …

No se trata de nada nuevo. La industria se ha hecho en general poco o nada responsable de los efectos colaterales que su actividad ha generado sobre el patrimonio común (los commons). Sobre el medio ambiente, por ejemplo. Algo deplorable, pero también algo  que, por lo menos en los países democráticos, hemos permitido entre todos que sucediera.

Aunque, dirán algunos, todo eso empezó en un tiempo en que los ciudadanos no teníamos el poder de la Red. Los  tiempos han cambiado. ¿O no?

Vayamos de vuelta a la política. Porque parece que la mayoría de los votantes pensamos que lo mejor sería no repetir las elecciones. Tenemos la legitimidad democrática y la red. Y sin embargo, …

¿Dónde encontraremos respuestas y alternativas? Desarrollando una técnica moral que ayude a conseguir que suceda lo que pensamos que tendría que suceder. Apuntando a una innovación social maximalista, que resulte en nuevas instituciones y equilibrios de poder. Y, por supuesto,  encontrando y apoyando el liderazgo transformador que ponga todo ello en marcha.

En ello andamos.