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La concepción científica del mundo fracasa por razones científicamente verificables

160404 El mundo no existeEsta es una de las tesis del nuevo libro de Markus Gabriel, una invitación a pensar en tiempos en los nos asaltan por todas partes con tentaciones que parecen diseñadas justamente para evitar que pensemos.

Me han interesado su ambición y su frescura:

«La tarea de la filosofía es recomenzar siempre desde el principio, una y otra vez

Pero también muy especialmente que asuma el desafío de plantar cara a la arrogancia del cientificismo y la tecnocracia. Lo confiesa sin ambages en una entrevista publicada (en catalán) en el diario Ara:

«Como filósofo, uno de mis grandes enemigos es lo que denomino como naturalismo o cientismo, que es la idea de que las ciencias naturales han asumido el rol que solía tener la religión. De modo que si quieres entender el universo tienes que entender la cosmología física o la mecánica cuántica, o lo que sea sobre las partículas elementales y la gravedad. Y que si quieres entender la mente humana, has de entender el cerebro humano. Es la idea que para entender alguna cosa has de ser capaz de reducirla a una parte del orden natural. Yo ataco esta idea, porque es completamente falsa.»

Se explica en más detalle al ser preguntado sobre la neurociencia:

«Todo lo que puedes hacer, y en eso cualquier neurocientìfico serio estará de acuerdo, es establecer que un determinado tipo de proceso consciente tienen una correlación con un proceso material […] Un estado cerebral no es la causa de un pensamiento. I si no es la causa de un pensamiento, entonces no significa nada. Hay dos órdenes: la conciencia y los estados cerebrales. Los neurocientíficos sólo pueden decirnos cómo están correlacionados. No pueden explicar la conciencia, pero los filósofos sí podemos.»

Para alguien que, como yo, fue en tiempos formado como científico, las propuestas de Markus Gabriel son como mínimo estimulantes. Al sostener que «la concepción científica del mundo se basa en una percepción distorsionada de la realidad» nos provoca y nos induce a interrogarnos. No pide que le demos la razón, porque sostiene que «El sentido de la vida es la vida, la confrontación con el sentido infinito del que afortunadamente podemos participar.» No busca el consenso, sino la conciencia:

«Estoy totalmente en contra de la idea de que tendríamos que juntar las humanidades y las ciencias […] Han de estar separadas y pelearse entre ellas; son incompatibles […] Una cosa es describir biológicamente el animal que soy y otra describirlo sociológicamente yendo a un museo. Nose puede traducir la sociología a la biología y viceversa. Se interseccionan, pero no podrán nunca ser idénticas.»

Más sobre esta temática en el libro, en mis notas sobre el libro, y en próximas entradas en este espacio.