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Actuar como víctima o como agente: una cuestión de conciencia

Cito de una lectura de este verano:

«Quizá el ejercicio más importante de libertad personal es la decisión de si vivir como una víctima o como un actor».

El autor describe así la postura de quien escoge situarse como víctima:

«La víctima sólo presta atención a aquellos factores sobre los que no puede influir. Se ve a sí mismo como alguien que sufre las consecuencias de las circunstancias externas. La víctima mantiene su autoestima alegando inocencia. Sus explicaciones nunca lo incluyen, ya que no tiene nada que ver con el problema. Nunca reconoce ninguna contribución a la situación actual. Cuando las cosas van mal, la víctima busca a quien culpar […] Para la víctima, los problemas siempre vienen de las acciones de otras personas.»

Estamos viendo estos días demasiados ejemplos de esta postura. Porque es tentadoramente cómoda y satisfactoria. Porque el cambio de la actitud «víctima» a la actitud «agente» es de calado. Supone pasar del «Es imposible» a «Aún no hemos encontrado la solución»; de «Alguien debería hacer algo» a «Estoy dispuesto a dar un primer paso»; de «No tengo tiempo (o dinero)» a «Tengo otras prioridades».

El cambio de lenguaje es sólo un primer paso. Pero imprescindible para otros primeros pasos.

A problemas complejos, algo más que narrativas

Me parece relevante que la OCDE haya publicado un documento sobre el diseño de políticas sobre asuntos complejos. Después de una lectura rápida, destacaré sólo dos de los temas que trata.

Los límites del pensamiento económico tradicional

Traduzco de la introducción:

«Los economistas y los políticos no han sabido reconocer la complejidad del comportamiento humano y de los sistemas en los que vivimos […] como los ecosistema, los mercados financieros, los mercados de la energía y otros fenómenos sociales como la urbanización y la migración.

[…] En economía todavía hablamos de flujos, masas, equilibrio y similares. Pero estos términos tienen su raíz en la física clásica, desarrollada antes de la relatividad y la teoría cuántica. Las nuevas ciencias de la complejidad pueden proporcionar ideas sobre cómo los grupos de personas se comportan realmente cuando actúan juntos para formar sistemas económicos y sociopolíticos. Estos sistemas no operan simplemente como una serie de acciones y reacciones, sino con retroalimentación, no linealidad, puntos de inflexión, singularidades, aparición y todas las demás características de sistemas complejos.«

Una excursión por la Física y las Ciencias de la complejidad nos llevaría ahora mismo demasiado lejos. (Ver, sin embargo, «El Liderazgo y La Nueva Ciencia» para una introducción estimulante). Pero ya era hora de que un organismo como la OCDE reconozca los límites de la ortodoxia económica de la cual ha sido un conspicuo representante.

Hacen falta nuevas narrativas

Una de las contribuciones destacables de esta publicación es la de Eric Beinhocker, autor un libro interesante y provocador («The Origin of Wealth: The Radical Remaking of Economics and What It Means for Business and Society«) y de propuestas para redefinir el capitalismo. Traduzco también párrafos de su contribución al documento:

«La Economía se autodefine como una ciencia amoral, pero los humanos somos criaturas morales. Debemos traer la moral al centro de la Economía para que la gente confíe en ella […] Para ello serán necesarias narrativas, imágenes y memes que cambien el modo de pensar de los medios y de la gente.«

Me parece también destacable que añada a dos propuestas de narrativas más bien convencionales (sobre el crecimiento y sobre la inclusión) dos más ambiciosas: sobre un nuevo contrato social y sobre un nuevo idealismo.

Harán falta además nuevas instituciones

Pienso, sin embargo, que hará falta algo más que nuevas narrativas.

El último Edelman Trust Barometer confirma, por si no lo supiéramos, que ya es mayoría (y sigue creciendo) el porcentaje de la población que desconfía de las instituciones. En este contexto,

  • ¿Quién asumirá la responsabilidad de crear y proponer esas nuevas narrativas?
  • ¿Quién participará en su elaboración? ¿Cómo se les atraerá a hacerlo?
  • ¿Quién estará en condiciones de hacer suya la responsabilidad de llevarlas a la práctica?

Aún admitiendo la posibilidad de que algunas instituciones puedan transformarse para ganarse la confianza de la sociedad, harán falta nuevas instituciones. Será cuestión de aprender a crearlas.

Contra la especulación antisocial, innovación social radical

Traduzco de un un ‘long read’ de The Guardian sobre la escasez de vivienda asequible en Londres:

«La crisis financiera del 2008 creó una nueva política relativa al espacio, según la cual se fuerza a la gente con bajo nivel de ingresos a abandonar sus casas subiendo los alquileres, en tanto que se anima a los ricos a usar la propiedad para obtener beneficios […] Esto no es ‘gentrificación’. Es un fenómeno completamente distinto. Se está permitiendo al capital global reconfigure el país.«

Se trata de un fenómeno global, que se ha propagado también a Barcelona. En palabras de una asesora inmobiliaria en La Vanguardia («Calentón inmobiliario«):

 «Los tipos de interés están bajos, la bolsa se antoja volátil, la renta fija tiene poca rentabilidad…, así que el dinero se fija en el ladrillo. […] La ciudad está de moda. Muchos extranjeros con poder adquisitivo quieren vivir aquí […] La oferta de pisos de alquiler en Barcelona es muy escasa, y la de pisos públicos aún menos. La demanda sube y los precios también”.

Un razonamiento que puede parecer impecable frase a frase. Pero conduce a una conclusión socialmente inaceptable al justificar implícitamente la lógica especulativa:

«Cada vez es más difícil encontrar fincas interesantes, pero el año pasado nos hicimos con 19. En Barcelona hay unas 35.000 propiedades de un solo dueño: solares, naves industriales, incluso iglesias… y de todas ellas unas 10.000 son edificios residenciales. Ahora, como nosotros, en el ámbito primario, buscadores potentes, operamos unos diez. Y unos 50 fondos de inversión están muy atentos. Se hacen con todo lo que sale al mercado. Nosotros les ofrecemos productos que no están en el mercado”.

La movilización vecinal ya ha empezado, pero no será suficiente. El Ayuntamiento de Barcelona ha publicado un «Plan por el Derecho a la Vivienda de Barcelona 2016-2025«. Pese a sus indudables buenas intenciones, tampoco será suficiente. Según el propio plan,

«Barcelona debería disponer para el año 2027 de un parque mínimo del 15 % de las viviendas principales destinado a políticas sociales, lo que correspondería a cerca de 100.000 viviendas. […] La situación actual con respecto al parque destinado a políticas sociales impide prever que en el escenario de este plan sea posible conseguir este objetivo.»

Porque frente a un déficit que el Ayuntamiento estima en 50.000 viviendas objetivo de políticas sociales,  el Plan municipal prevé la promoción de sólo unas 1.000 viviendas anuales.

Se trata de un problema de fondo. Contra lo que proclaman las manifestaciones vecinales, la triste verdad es que Barcelona sí está en venta. Para el capital global flotante, la vivienda no es un derecho social, sino un activo financiero apetecible. Hace falta articular un nuevo contrato social, y éso exige una innovación social radical, diseñada desde una óptica maximalista. Como bien apunta The Guardian, «no es posible contemplar soluciones reales a la crisis de la vivienda sin un profundo cambio estructural en lo económico». 

Una transformación estructural con todas sus consecuencias, diría yo, más que sólo un simple cambio. Más fácil de decir que de hacer, ciertamente. Pero habría que intentarlo.