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Una caduca «Declaración de independencia»

Imagen: Electronic Frontier Foundation

Anuncian la muerte de John Perry Barlow, autor de una «Declaración de la Independencia del Ciberespacio«, publicada en 1996. Una declaración muy celebrada en su momento por los tecno-utópicos, y que todavía traen a colación de cuando en cuando los ilustrados-TIC y los propagandistas y voceros de la ideología tecnocrática de Silicon Valley y afines.

El tiempo, sin embargo, ha tratado mal el espíritu y la realidad de esa Declaración.

«We will create a civilization of the Mind in Cyberspace. May it be more humane and fair than the world your governments have made before.«

La realidad desmiente esa visión utópica del ciberespacio como una «civilización de la Mente». La realidad hoy es la de un ciberespacio complejo y caótico, en que la maraña de contenidos banales, cuanto no  ‘fake news, enmascaran la sabiduría y el conocimiento civilizados. Un ciberespacio colonizado además por grandes empresas quasi-monopolistas, ampliamente financiadas por el capitalismo más puro y duro. Un espacio que quizá llegue a servir para ampliar la democracia, pero que seguro que sirve ya para combatirla. Un espacio que tanto puede ampliar nuestras mentes como aletargarlas, ampliar nuestras conexiones como aislarnos, estimular la conversación como pervertirla.

Quizá la conclusión más equilibrada sea que la evolución del ciberespacio es paralela a la del espacio físico, dominados ambos por las mismas pulsiones, impulos e intereses, a la vez por ángeles y por espíritus del mal. Que la realidad virtual no es ni será ni más ni menos utópica que la que teníamos por convencional.

Concluiré postulando que el razonamiento utópico de John Perry Barlow se fundamenta erróneamente en una visión dualista del mundo, de  los conceptos de realidad, materia y espíritu:

«Your legal concepts of property, expression, identity, movement, and context do not apply to us. They are all based on matter, and there is no matter here.»

Doblemente incierto. Porque los cimientos del ciberespacio están hechos de materia, silicio, fibra óptica, servidores y redes. Y  los fundamentos de los conceptos legales a los que se refiere no son materiales: se aplican a una realidad material, pero emanan de pensamientos, teorías, ideologías, intenciones y voluntades.

Esta declaración de independencia, como tantos otros manifiestos bienintencionados, pecan de un optimismo no realista acerca de la capacidad de los utopistas para crear grupos e instituciones acordes con su visión de futuro. Subestiman a los incumbentes:

«You have no moral right to rule us nor do you possess any methods of enforcement we have true reason to fear.»

a la vez que sobrevaloran sus propias habilidades y capacidades:

«We will spread ourselves across the Planet so that no one can arrest our thoughts.»

Descanse en paz, John Perry Barlow. Aquí queda todavía mucho por hacer.

¿Existe una inopia tecno-optimista?

Copio de una entrevista en La Contra de La Vanguardia (“O regulamos las tecnológicas o seremos sus subempleados”, 4/7/2017). Agrupo en tres bloques sus opiniones sobre el poder las grandes empresas tecnológicas norteamericanas y sus consecuencias.

De entrada, una afirmación que los datos vienen a respaldar:

«Vivimos una revolución global, acelerada y despiadada […] Google, Facebook y Amazon ya son hoy los monopolios más poderosos de la historia con el mayor valor bursátil que jamás ha tenido empresa alguna y un poder omnímodo.

Luego, una interpretación en clave de política global:

«Son el brazo neocolonial del poder americano. […] No es la tecnología la que impone su ley. Es la política neocolonial.«

Parece algo radical. Pero conviene no olvidar que ya en 1993 la Administración Clinton, en un documento titulado “Technology for Economic Growth”, justificaba en estos términos su estrategia de impulso a las tecnologías de la información, y en especial a las ligadas a Internet:

Hoy más que nunca el liderazgo tecnológico es vital para los intereses nacionales de los Estados Unidos […] Nuestra capacidad para dominar el poder y la promesa de los avances en las tecnologías punta determinarán en gran medida nuestra prosperidad nacional, nuestra seguridad y nuestra influencia global.«

Finalmente, el entrevistado en La Contra adelanta una predicción:

«Si no los obligamos a cumplir nuestras leyes, nos convertirán en neoproletarios de su paleocapitalismo digital […] Y los políticos europeos o han sido comprados o aún viven en la inopia tecnooptimista.«

Este último concepto, el de inopia tecnooptimista, me ha recordado el de ‘sonambulismo tecnológico’ acerca del que  Langdon Winner ya advertía en 1986 («La ballena y el reactor«):

«Una noción más reveladora es la del sonambulismo tecnológico  […] En el terreno técnico repetidamente nos involucramos en diversos contratos sociales, las condiciones de los cuales se revelan sólo después de haberlos firmado […] Caminamos dormidos voluntariamente a través del proceso de reconstrucción de las condiciones de la existencia humana.«

Ninguno de nosotros lee la letra pequeña de los contratos que (de modo apenas consciente) firmamos con las plataformas tecnológicas. Pero lo que es todavía más grave, es que la promoción y operación de estas plataformas no está hoy por hoy sujeta a ningún tipo de contrato social, ni siquiera en letra pequeña.

Sobre este fenómeno, Winner apuntaba que, tal y como los hechos están corroborando:

«La construcción de un sistema técnico que involucra a seres humanos como partes de su funcionamiento requiere una reconstrucción de los roles y las relaciones sociales.»

Y sin embargo,

«En nuestro tiempo las personas a menudo están dispuestas a realizar cambios drásticos en su forma de vida para dar cabida a la innovación tecnológica mientras que se resisten a cambios similares que se justifican en el terreno político […] Fascinados por el sueño de una revolución espontánea y rural, los tecnólogos evitan todo análisis profundo de las instituciones que controlan la dirección del desarrollo tecnológico y económico.«

En este contexto, la propaganda de Silicon Valley propone adaptar la legislación a la tecnología, cuando lo apropiado sería exactamente lo opuesto.

Seamos conscientes de que detrás de esta subversión de valores que propone primar lo tecnológico sobre lo social hay una hay una voluntad firme, que se aprovecha de la inopia tecnooptimista y del sonambulismo tecnológico. Estemos avisados.

Propuesta de reflexión

«A partir de la reflexión sobre un artefacto o una plataforma tecnológica que utilicéis habitualmente, ¿podéis identificar un efecto colateral del que hubiérais preferido ser previamente advertidos? «