En la red, ¿somos pescadores o peces?, ¿navegamos o naufragamos?

160110 BlogZygmunt Bauman, entrevistado por mi primo Ricardo de Querol, en Babelia, propone que:

«Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.»

Como las viñetas de El Roto atestiguan, Bauman no es ni el primero ni el único que opina así. La trampa a la que se refiere tiene varias dimensiones (p.e. son un sumidero de tiempo, uno de nuestros recursos más escasos). Pero pienso que tal vez la trampa más relevante sea la de proporcionar a muchos una vía de escape (quizá inconsciente) para evitar el esfuerzo de integrarse en una comunidad de sentido. Bauman menciona a este respecto que en las redes:

«No se crea una comunidad […] lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto.»

La base de una comunidad (‘común-unidad’) es el alineamiento de los que la componen en torno a unos determinados principios y valores.  A poca reflexión que hagamos sobre las relaciones que mantenemos a diario, sabemos, que ese alineamiento pocas veces es espontáneo; y que, incluso cuando lo es, mantenerlo exige un esfuerzo persistente.

Enlazo esta reflexión con las que me suscita la lectura de «La resistencia íntima«, una publicación reciente del filósofo Josep Maria Esquirol. Extraigo un par de citas (traducidas libremente de la edición en catalán):

«Con el dominio de la información la lejanía de lo esencial se hace muy grande  […] En este nuevo medio, o navegamos o somos naúfragos.»

«La murmuración y la demagogia son el veneno de toda comunidad.«

¿Hablamos, por ejemplo, de política?

Imágenes: Viñetas de El Roto publicadas en El País el 24/1/2012 y 31/10/2012.

 

 

Hace falta otro modelo de progreso

Se publica estos días una plétora (‘abundancia excesiva’) de artículos sobre «lo que fue más importante en 2015″ y «lo que será más importante» en 2016′ . En su conjunto producen más confusión que otra cosa, porque cada cual escribe desde su particular punto de vista y casi nadie se preocupa de ponerlo en contexto. El resultado es una cacofonía que, eso sí, nos refuerza en la confusión de lo mucho que habrá que hacer en alinear ópticas, propósitos, principios y valores si queremos que las cosas mejoren de forma sustantiva. Tema éste, el del alineamiento, para otra entrada.

El deslavazado resumen de la Harvard Business Review («What We Learned About Management in 2015, in 25 Charts and Graphics«) me parece una buena ilustración de este déficit de sentido (que se fractaliza, reproduciéndose a todas las escalas). De esos 25 gráficos, sólo me ha llamado la atención el que reproduzco, extraído a su vez de una entrevista con Erik Brynjolfsson and Andrew McAfee, los autores de «The Great Decoupling«.

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El gráfico habla por sí solo. A partir de los 90 (casual o causalmente la década en la que empieza la expansión de Internet y las tecnologías digitales), el crecimiento del PIB y de la productividad no resulta en aumentos ni del empleo ni de los salarios. Ello apunta a dos asuntos que me parecen de interés.

En primer lugar, la evidencia de que es el capital, y no el trabajo, el que se lleva una parte creciente de los beneficios de este modelo de crecimiento/progreso. Estirar de este hilo nos llevaría hacia la cuestión de la desigualdad, sobre la que poco tengo que añadir. Excepto la sorpresa de que, dado que el desacople entre las rentas del capital y el trabajo lleva produciéndose 25 años, el debate sobre esta cuestión no haya explotado mucho antes.

Pero me parece tanto o más interesante constatar que, impulsado por la sinergia entre capitalismo liberal y tecnología, este modelo de progreso necesita cada vez menos a las personas como trabajadores. Pero sigue necesitándoles como consumidores. En tiempos de desempleo alto, salarios bajos y trabajo precario, podría parecer que se plantea una contradicción. ¿Cómo acabarán los consumidores pagando rentas al capital si no obtienen suficientes ingresos?

Por mucho que la HBR haya incluido este gráfico en una lista de temas de ‘management‘, creo que las respuestas a esta cuestión tienen que ver con políticas distributivas, y vendrán por tanto desde el ámbito de la ‘innovación social‘. Pero habrán sorpresas, como apuntaré en una próxima entrada.

Saludos cordiales.

 

¿Tu negociación más difícil? Contigo mismo

160104 getting to yesLa copia de «Getting to Yes» (*) de mi biblioteca lleva fecha de 1988. En estos casi 30 años he utilizado muchas veces como guía en negociaciones de todo tipo los cinco principios que propone:

  • Negociar sobre intereses, no sobre posiciones.
  • Separar las personas de los problemas.
  • Inventar opciones para beneficio mutuo.
  • Insistir en criterios objetivos.
  • Tener muy clara la mejor alternativa a una solución negociada.

Aplicando estas reglas y ayudando a otras personas a aplicarlas me dado cuenta de que muchas veces nuestro peor adversario en una negociación somos nosotros mismos. Nuestra falta de conciencia o voluntad de enfocarnos en lo realmente importante. Nuestra dificultad en impedir que las emociones, reflejos y comportamientos estereotipados dominen sobre la racionalidad y el buen juicio.

Por eso he empezado a leer con interés el último libro de William Ury, uno de los autores de «Getting to Yes«, sobre los intríngulis de cómo negociar con uno mismo. Traduzco del prólogo:

«He llegado a la conclusión de que el mayor obstáculo en conseguir lo que queremos en la vida no son los otros, por muy difíciles que sean. De hecho, el mayor obstáculo somos nosotros. Nos estorbamos […] Nos saboteamos a nosotros mismos reaccionando de formas que no ayudan a nuestros propios intereses.»

No podría estar más de acuerdo. Sigo leyendo. En un par de días podré contar lo que haya aprendido.

Saludos cordiales.

Addenda: No puedo resistir la tentación de escribir que me parece evidente que los líderes de los partidos políticos, en Cataluña y en España, actúan deliberadamente o no como si ignoraran estos principios, básicos para una negociación eficiente.

(*) Edición en castellano. «Obtenga el sí«.