Construir nuevos liderazgos y reconstruir los caducos.

160411 blog«Nada es permanente, a excepción del cambio.»
(Heráclito)

«Todo lo que era sólido se desvanece en el aire.»
(
Karl Marx)

Cambiar no es difícil. Sólo hay que sentarse a esperar y las cosas cambian. Es primavera, y las plantas de mi jardín florecen. La edad hace aparecer signos visibles en nuestros cuerpos. Y otros, a veces menos visibles en nuestras almas.

Siempre ha sido así. Pero parece que los cambios, por lo menos los sociales, son ahora más rápidos que antes. Dos libros recientes, todavía a medio leer y anotar, coinciden en desentrañar las claves de un tiempo social cada vez más acelerado: Hartmut Rosa, «Social Acceleration: A New Theory of Modernity«; Judy Wacjman, «Pressed for Time: The Acceleration of Life in Digital Capitalism«.

La cuestión pues, no es cómo cambiar las cosas, porque ya cambian sin que hagamos nada, sino cómo hacer que cambien en la dirección y al ritmo que queramos.

Por eso me adhiero a la causa de una ‘innovación social maximalista‘ que aspire a ir más allá de ofrecer soluciones paliativas a paliar los efectos colaterales de los desajustes sociales. Que aspire a modificar las causas de esos efectos, que, como se percibe cada vez con más claridad, son desajustes o disfunciones institucionales.

Esa es una de las razones por las que me ha interesado una entrada en Medium («The Challenge of Massive Change«), de la que traduzco la porción que me parece más relevante:

«El cambio en este mundo necesita inversión en hacer crecer objetivos comunes, misiones abiertas, lenguages comunes, inteligencia y acción compartidas […] Es éste un cambio que nos obliga a reimaginar el liderazgo, para que pase de ser un asunto organizativo a organization uno que cree movimientos alrededor de un propósito y una misión compartidos.»

Un liderazgo distinto para un cambio de modelo enfocado a liberar la interoperabilidad de organizaciones diversas en lugar de fomentar que compitan unas con otras.  A construir verdaderos ecosistemas, en los que la inteligencia compartida y colaboración sea por lo menos tan importante como la competencia. De los contrario, los interesados en este objetivo maximalista de la innovación social no pasaremos de ser como mucho un ruido de fondo.

Entre tanto, las fuerzas del 1% avanzan a toda marcha, y además nos roban el mensaje:

«Las estructuras de gobernanza actuales se desarrollaron durante cientos de años. Aunque pueden haber sido adecuadas para un mundo en cambio lento, están listas para ser disruptadas. Mientras que la tecnología cambia a un ritmo exponencial, la gobernanza tiende a hacerlo en forma lineal. Esta discrepancia debe rectificarse.«

No dicen cómo, pero deberíamos saberlo. Los que impulsan los cambios exponenciales, sobre todo desde Silicon Valley, tienden a adoptar una política de hechos consumados. Los suyos, por supuesto.

La privacidad ha de estar fuera del mercado

160404 Blog

Me inquietó hace unas semanas el titular y el contenido de uno de nuestros más ilustres ilustrados-TIC: «Privacidad vs. control: gana el mercado«. Su tesis es que:

«La tecnología ha dado lugar a un escenario en el que, entre el supuesto papel del Estado como regulador y el poder del mercado, este último tiene siempre todas las de ganar.«

Una opinión, aunque se presente como un dogma, preocupante y censurable.

De entrada, porque (no nos cansaremos de repetirlo) la tecnología no ha dado ni dará lugar a ningún escenario. Quien lo hace es la gente que genera, promueve, apoya un cierto modo de despliegue de la tecnología. Hay que ir más allá de las apariencias y los eslógans. «Cherchez la famme.» «Follow the money.»

«Lo que la filosofía puede hacer es decirnos cómo funciona la ideología […] Hacer visibles procesos de pensamiento que de lo contrario serían invisibles.»

Entrevista a Markus Gabriel en Ara (3/4/2016).

También porque las posturas de ese tipo no son conclusiones que se deriven de los hechos, sino consecuencias de una postura ideológica ‘a priori’, según la cual convendría (a algunos) que la mano invisible del mercado sustituyera cuanto más mejor a la dinámica de la política. Cito a Milton Friedman (citado a su vez en la Sociofobia de César Rendueles):

«Cuanto más amplio sea el número de actividades cubiertas por el mercado, menor será el número de cuestiones en las que se requieren decisiones expresamente políticas y, por tanto, en las que es necesario alcanzar un acuerdo.»

La historia muestra que el mercado es un ente artificial, que al ser creado ‘ex-profeso‘ reeemplazó otras prácticas explícitas de organización y gestión de las sociedades. El capitalismo de mercado se conformó abarcando inicialmente tres ‘bienes falsos‘: la tierra, el trabajo y el dinero. En un régimen de mercado, la tierra dejó de ser de quien la trabaja; la vivienda o el trabajo dejaron en la práctica de ser derechos de hecho; el dinero se ha convertido, más que un instrumento para engrasar la economía, en un objetivo abstracto de quienes lo acumulan y exigen su rédito. Los derechos de ‘los mercados‘ acaban prevaleciendo sobre los de la  sociedad y las personas, sin que nadie se haga responsable de los ‘fallos del mercado‘ cuando éstos se hacen evidentes. Lo cual acostumbra a ser después de que algunos se hagan ricos aprovechándolos.

Precisamente por eso los capitalistas más voraces, hoy en el ámbito de los disruptores digitales, se esfuerzan sin descanso en ampliar el catálogo de bienes sometidos al régimen de mercado. Por eso su empeño, apoyado acrítica o interesadamente por los ilustrados-TIC, en que nuestra privacidad pase a ser, despersonalizándola, un artículo más de su catálogo. 

«While industrial-age processes simply removed human beings from the equation, these digital processes seek to simulate humanity through artificial social media.»

Douglas Rushkoff, «Throwing Rock’s at Google´s Bus«.

Puedo entender que haya quien, frente a la inepcia de tantos gobernantes en poner coto a la voracidad de los mercados, incluyendo a los digitales, considere que el mercado resulte una opción menos mala que una regulación defectuosa o ineficiente. Pero nos queda una tercera alternativa, la gestión común de los commons, estudiada, descrita y prescrita por la escuela de Elinor Ostrom.

Seamos, sin embargo, conscientes de una dificultad. Crear instituciones de gestión de los commons para proteger (y más aún sustraer) algo de la expansión de los mercados extractivos requiere una visión maximalista de la innovación social. Nadie puede hacerlo solo. Queda mucho por pensar, escribir, actuar.

La inteligencia asombrosa es la natural

screen shot 2016-03-09 at 14Las máquinas, incluso máquinas baratas, ya son capaces de ganar sistemáticamente a cualquier humano al ajedrez. Hemos visto también como una máquina, no precisamente barata, ha ganado claramente a jugadores de Go de primer nivel. Es por tanto obligado pensar a fondo sobre el potencial, positivo y negativo, de la inteligencia artificial (o el ‘deep learning, como parece que se prefiere llamarle ahora).

«The people who say that artificial intelligence is not a problem tend to work in artificial intelligence.»

Nick Bostrom en The New Yorker

De todos modos, si los datos de la imagen son veraces, lo que me maravilla de verdad es que una persona sea capaz de plantar cara a un ejército de máquinas respaldado por un ejército de científicos y programadores, sin duda inteligentes.

Yendo más allá, creo que se puede decir que nadie entiende todavía por completo lo que es la inteligencia. Ni siquiera está claro que se trata de una única facultad (‘la inteligencia’) o de un variedad de ellas (‘inteligencias múltiples).

Supongo pues que sería razonable apostar a que los científicos y técnicos del equipo AlphaGo no son capaces de explicar en detalle, y menos aún reproducir en sus máquinas, la inteligencia que les hace capaces de programar esa máquina supuestamente inteligente. Lo cual no deja de ser, me parece a mí, una maravillosa paradoja.

Imagino una analogía. Paseando por el MOMA observamos a un pintor trabajando en una copia, de excelente calidad, de (digamos) ‘La Noche Estrellada‘ de Van Gogh. ¿Qué es lo que nos parecería más admirable?

Hagamos preguntas poderosas, también sobre lo digital

DisfunctionalMe encuentro con un artículo de la siempre articulada danah boyd en Medium («What World Are We Building?«) sobre las interacciones mutuas entre tecnología y sociedad. La sociedad que tenemos genera la tecnología que tendremos. A la vez, la tecnología que tenemos es una herramienta, y muy poderosa, para la construcción de la sociedad que tendremos.

Recomiendo leer el artículo entero, pero me tomo la libertad de extraer y comentar algunos párrafos. Empieza por constatar que:

«Hace trece años, me sentaba con un grupo alrededor de una mesa, imaginando cómo construir herramientas que sustentaran una dinámica social rica. Creo que ninguno de nosotros imaginaba que estaríamos donde estamos.»

No sólo por la rapidez con que la tecnología ha evolucionado, sino porque la tecnología no genera efectos por sí sola, sino como herramienta de quien decide utilizarla y cómo.

«Observé a activistas utilizando la tecnología para conectar a gente en modos sin precedentes, mientras los marketinianos utilizaban las mismas herramientas para manipular a la gente para la ganancia del capital […] A medida que estas herramientas se extendieron, lo que quedó patente no fue la realización de los deseos idílicos de muchos desarrolladores pioneros, sino una complejidad de prácticas que emulaba la confusión de la vida diaria […] Dejé de creer en que la tecnología podría por sí sola producir claridad. «

Sigue un análisis bastante detallado del potencial y de los peligros del ‘big data’. Salto directamente a las conclusiones:

«Uno de los problemas más evidentes es la diversidad limitada de la gente que está creando y utilizando estas herramientas para imaginar nuestro futuro […] Por lo general, estas herramientas se diseñan para ser útiles, para aumentar la eficiencia, para identificar a gente que necesita ayuda. Pero sus aplicaciones positivas coexistirán con usos terroríficos. ¿Qué hacemos?

Está cada vez más claro lo que no podremos hacer:

«Si la gente no entiende lo que estos sistemas está haciendo, ¿cómo podemos esperar que los cuestione?«

También está cada vez más claro lo que tendríamos que hacer:

«Tenemos que aprender a formular preguntas poderosas sobre la tecnología y sobre las decisiones basadas en datos recopilados por la tecnología. Y no será suficiente con abrir la caja negra. La transparencia de los datos, los algoritmos y la tecnología no es suficiente. Necesitamos incorporar la evaluación en cada sistema tecnológico que se despliegue […] Para construir un mundo mejor necesitamos empezar a prestar atención a las diferentes herramientas que emergen y aprender a formular preguntas poderosas sobre cómo deberían utilizarse para mejorar las vidas de la gente de a pie.»

Hasta aquí, los Qué. Sobre el Cómo, una gran frase final:

«Necesitamos que los que piensan sobre la justicia social entiendan la tecnología, y que los que entiendan de tecnología se comprometan con la justicia social»

Pero no es tan sencillo. Intuyo que hay una enorme y significativa brecha digital entre ambos grupos. Difícil de cerrar, además. Porque imagino que conseguir el compromiso con la justicia social de muchos de los que desarrollan tecnologías (y más aún de quienes les financian) es aún mucho más difícil que hacer entender la tecnología a los que piensan sobre la justicia social.

Sobre este último punto, los comentarios de la propia danah boyd sobre lo que observó en el reciente foro de Davos son elocuentes:

«Los que queríamos un ciberespacio universal no podíamos imaginar un mundo en el que Silicon Valley devorara nuestros sueños. La tecnología es políticamente influyente […] Hay un cambio de poder en marcha, y gran parte del sector tecnológico no está capacitado para comprender que sus propias acciones y prácticas forman parte de la élite […] Combaten como si fueran insurgentes, pero operan como si fueran los reyes.

El párrafo final suena como una llamada de auxilio, tanto más sorprendente si se toma en cuenta que danah boyd trabaja en Microsoft.

«Construimos Internet confiando en que el mundo vendría hacia nosotros. Lo ha hecho. Pero el sueño que nos impulsaba en aquellos días no es el de los que están conformando Internet hoy. ¿Qué hacemos?

Pues eso, ¿qué hacemos?

P.S. He copiado en la sección de Apuntes mis notas sobre algo que Langdon Winner escribió sobre estas cosas antes de Internet.

 

 

Dividendos digitales: atacar las causas, no los síntomas

160327 2 BlogCopio de un informe reciente del Banco Mundial sobre «Dividendos Digitales«:

«Las tecnologías digitales se han expandido rápidamente en gran parte del mundo. Los dividendos digitales – el desarrollo amplio de los beneficios del uso de estas tecnologías – se han quedado atrás […]. El efecto de la tecnología en la productividad global, el aumento de oportunidades para los pobres y la clase media, y la propagación de gobernanzas responsables ha sido hasta ahora menor de lo esperado; […] el crecimiento global de la productividad se ha desacelerado; […] los mercados de trabajo se han vuelto más polarizados y la desigualdad va en aumento, sobre todo en los países más ricos, pero cada vez más en los países en desarrollo […] Mientras que las tecnologías digitales se han extendido, no así los dividendos digitales. ¿Por qué?«

La pregunta está bien planteada. Pero es en las respuestas donde el informe se queda (muy) corto. Tanto en lo que señala como, sobre todo, en lo que omite.

Los autores reconocen que maximizar los dividendos digitales requiere una mejor comprensión de cómo la tecnología interacciona con otros factores que son importantes para el desarrollo – los ‘complementos analógicos’. Señalan, por ejemplo, el impacto de las tecnologías en el trabajo:

«La tecnología potencia las habilidades más altas a la vez que conduce a la sustitución de puestos de trabajo rutinarios, obligando así a muchos trabajadores a competir por empleos de baja remuneración […] Cuando Internet automatiza muchas tareas pero los trabajadores no poseen las habilidades que la tecnología potencia, el resultado será una mayor desigualdad, en lugar de una mayor eficiencia.»

Cierto, pero insuficiente. Porque ni Internet ni la tecnología automatizan nada. Quienes lo hacen son las organizaciones que adoptan la tecnología para reemplazar personas, amparadas por un estado de opinión y un entorno de mercado que priman la eficiencia económica por encima de la eficiencia social. Que identifican el progreso con el aumento de la intensidad tecnológica y de la eficiencia, sin hacerse responsables de los daños colaterales.

Al utilizar un lenguaje en que Internet aparece como causa, y no como lo que es – un instrumento – se obvia la raíz del problema.

La referencia que se hace a la posición dominante de las grandes plataformas digitales que actúan como intermediarias en un número creciente de mercados es otro ejemplo.

«La historia económica muestra que las empresas tienen la tentación de explotar una posición dominante. Las grandes empresas de internet no son una excepción. La economía de internet favorece de forma natural las posiciones de monopolio, de modo que algunas plataformas dominan sus mercados. Sus beneficios son tan elevados que pueden capturar rápidamente nuevos mercados comprando a sus competidores. Las startups locales quedan relegadas a mercados de nicho.»

Lo que la historia de verdad muestra es que la economía no tiene leyes en el mismo sentido que las de la Física, por ejemplo. Sus reglas son totalmente una creación humana, y por tanto contingente.

«Antes que las leyes económicas, existen las leyes […] Una vez creado el marco jurídico, la econocracia puede crear la ficción de que las leyes económicas son ‘universales’ y ‘naturales’, ya que se ajustan mágicamente a la legislación vigente. La economía no es más que una rama especialmente virulenta del derecho.» (A. Baños)

Lo mismo es aplicable a Internet y a la economía de Internet.

En su habitual estilo combativo, Evgeny Morozov se despacha sobre este asunto en una pieza reciente en The Guardian: «The state has lost control: tech firms now run Western politics.» En un tono más reposado, Yochai Benkler apunta, también desde The Guardian, a la misma cuestión: la combinación de Internet y la globalización han tenido como consecuencia aumentos de flexibilidad, pero también la dispersión de poder:

«La ubicación del poder se determina institucionalmente, no tecnológicamente […] Sólo construyendo contrapoderes, políticos, legales, sociales y técnicos tendremos una distribución más igualitaria de la riqueza y de los ingresos.«

Cierto. Más allá de los síntomas, lo que es cada vez más evidente es una apropiación cada vez mayor de Internet desde estructuras de poder más interesadas en apropiarse de los dividendos digitales que de distribuirlos. Así y todo, muchos siguen (seguimos) con la dificultad de progresar desde el saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Aunque pedirle al Banco Mundial que nos lo dijera sería, no os parece, pedirle demasiado.

Promueven el outsourcing cerebral

Según un documento del World Economic Forum («Deep Shift: Technology Tipping Points and Societal Impact» .pdf) con el que me tropezado (virtualmente), un 45% de los ‘davosianos’ entrevistados creen que antes de 2025 habrá un Consejo de Administración que tenga como miembro una máquina de Inteligencia Artificial. Leer más

El objetivo de algunos es liquidar la plantilla

160322 Blog

Fuente: Accenture

Leo en un website de Accenture:

«Accenture is in the midst of our own transformation toward a liquid workforce.«

Me intriga ese concepto de ‘liquid workforce‘. Porque sugiere adaptabilidad, pero también ausencia de resistencia. El agua fluye por donde encuentra huecos. Pero también por las cañerías y los desagues que alguien ha previamente dispuesto.

Vale la pena, pienso, fijarse en el doble lenguaje del texto de Accenture. Se expresa de una parte que el foco se pone en las personas. Pero a medio párrafo (el subrayado es nuestro) queda claro que se refieren sólo a sus personas; las que  son útiles en un momento dado:

«All of this starts when digital businesses put their People First. Human beings are at the center of the digital revolution […] Our mission is to improve the way the world works and lives. To do this, we need to improve the way our people work and live. It means having talent practices that attract, develop and inspire people in a uniquely human way – on their own terms.«

La leyenda del gráfico es, si cabe, incluso más ilustrativa:

«Use la tecnología para juntar y desmontar el talento interno y externo que está a su disposición para nuevos proyectos innovativos.»

Citan para ello como ejemplo su Careers Marketplace, una plataforma digital que proporciona a los empleados «una visión transparente de oportunidades personalizadas, basadas en sus habilidades y pasiones». Pero la misma plataforma proporciona a los ejecutivos un modo de «retener a a los empleados más valiosos» y de descartar (liquidando) a los que no lo son tanto (aunque eso último no se menciona).

No quisiera dar a entender que los consultores de Accenture, así como los clientes a los que se dirigen, son insensibles al lado inevitablemente oscuro de esta fuerza de trabajo líquida que propugan. Porque, en el mismo documento reconocen que «los gobiernos y las empresas deben colaborar para reimaginar un nuevo contrato social para la fuerza de trabajo líquida de hoy». Pero habrá que ver cómo la letra pequeña de ese contrato propone repartir los beneficios y las cargas de la liquidación. Y, sobre todo, quién y cómo diseña la red de cañerías por las que circula esa fuerza de trabajo líquida.

 

 

 

 

 

Crecimiento, responsabilidad, liderazgo, crisis

160310 BlogRecortes de El País de estos días. Crisis (¿de liderazgo?) en Podemos. Reflexión de profundidad en la CUP sobre su modelo de organización.

Incluso suponiendo que lo que refleja El País sea imparcial, que pudiera no serlo, sería injusto y demasiado fácil ensañarse con las dificultades de estos nuevos parlamentarios. Porque no es para nada evidente que quienes les critican serían capaces de hacerlo mejor. Cito (como en una entrada anterior) a Daniel Innerarity:

«Las sociedades encomiendan a sus sistemas políticos la gestión de los problemas más complejos […] Se nos olvida que su incompetencia y desacuerdo (de los políticos) se debe a que les hemos trasladado los problemas que no se resuelven mediante una competencia irrefutable […] Ellos discuten para que los demás podamos ahorrarnos las disputas que más nos incomodan.«

Dos posibilidades. Tal vez los activistas (cuya especialidad es oponerse, movilizarse en contra de algo) sean malos candidatos para responsabilidades de gobierno que exigen actuar a favor de algo, construir. Si es cierto que:

«La política consiste en hacer lo posible en un contexto dado, no en un contexto cualquiera.«

quizá también lo sea que:

«No deberíamos esperar de los movimientos sociales lo que éstos no pueden dar […] La política no elige entre el bien y el mal, sino entre lo malo y lo peor […] Esto exige una cierta complejidad del juicio político, de lo que es incapaz el discurso populista.»

De otra parte, desde una perspectiva más esperanzadora, lo que observamos sería una manifestación de una crisis inevitable en todo proceso de crecimiento de una organización. O, si se prefiere de su transición a la madurez. Es la dificultad en pasar de saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Muchos lo hemos experimentado en el paso de la adolescencia, cuando nos dominan los ideales, a la edad adulta, cuando hemos de tomar decisiones, asumir responsabilidades y, casi siempre, aceptar compromisos, aunque sean temporales. Lo mismo sucede, aunque con un nivel adicional de complejidad, en una organización (no sólo en las de naturaleza política):

«Hay una gran diferencia entre expresar una aspiración y decidir entre las alternativas posibles […] Nuestros ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros compromisos revelan quiénes somos.»

El objetivo del crecimiento personal es desarrollar positivamente una personalidad. En el caso de un grupo o de un equipo, el equivalente de la personalidad sería la cultura sobre la que ha teorizado Edgar Schein. Desarrollar una cultura exige alinear a los miembros del grupo tanto en torno a su propósito (QUÉ hacer) como a su modus operandi (CÓMO actuar). Un alineamiento que para nada es trivial:

«Cada grupo debe aprender cómo convertirse en un equipo. El proceso no es automático.«

Hemos de entender que este aprendizaje es un paso obligado, aunque sea todavía pronto para valorar si los partidos emergentes lo superarán o no con nota. Innerarity advierte al respecto que:

«La política es el arte de distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos mantener el desacuerdo.«

Algo que se aplica tanto a la política parlamentaria como a la política interna de una organización, sea o no un partido político. Para quien tenga una aspiración que vaya más allá de sus propias capacidades y recursos, que requiera juntar y alinear una comunidad, un grupo, un equipo, las experiencias de Podemos o de la CUP son una oportunidad de reflexión y, ¿por qué no?, de aprendizaje.

Eliminarán trabajos, pero no el mío.

160317 Blog

Fuente: PEW Research Center, Marzo de 2016

Están de moda las especulaciones cuántos trabajos eliminará la automatización (la confluencia de los robots y el aprendizaje del software), e incluso sobre el futuro del trabajo, leo con interés una encuesta de PEW sobre la percepción de los estadounidenses sobre esta cuestión.

Sorprende de entrada el resultado representado en la gráfica. El 75% de los encuestados considera Seguro o Problable que los ordenadores acaben haciendo la mayor parte de los trabajos que hoy hacen las personas. Pero el 80% piensa que su trabajo no se verá afectado.

Esto puede recordar el viejo aforismo de ver sólo la paja en el ojo ajeno. Pero creo que la cosa va más allá. Recuerdo haber leído (pero no dónde) que algo así como el 90% de los alumnos de un MBA de prestigio estaban razonablemente seguros de acabar el curso entre el 5% mejor de su clase.

Todo éso, claro está, sólo sucede en los Estados Unidos. Nosotros, tranquilos y a lo nuestro.

 

 

Responsabilidad social, ¿también para los emprendedores?

160307 BlogCopio extractos de un artículo sobre una «Economía poco colaborativa» en El País Negocios. Empieza manifestando que «la promesa de la economía colaborativa es de una belleza irrenunciable«, pero:

«Si hiciéramos una transición masiva desde nuestra economía de mercado hacia ese modelo alternativo se vaciarían de ingresos los sistemas de bienestar y se desmoronaría todo el aparato de derechos basados en las aportaciones colectivas.«

Por si fuera poco, los posibles ‘daños colaterales’ no se limitan a los impuestos. Porque,

«Pese al bello eco de esta idea, la vida no será como la carrera de Alicia en el país de las maravillas: donde había premio para todos. La economía colaborativa esconde una bomba de relojería. Esta propuesta ocupa cada vez a más personas con empleo a tiempo parcial que carecen de los beneficios sociales de un trabajador a jornada completa.«

Más nos vale estar atentos. A los emprendedores disruptivos les encanta la idea de ‘romper cosas‘. En una carta a sus futuros accionistas, antes de su salida a Bolsa, Mark Zuckerberg escribía que:

We have a saying: “Move fast and break things.” The idea is that if you never break anything, you’re probably not moving fast enough.’

Nada que oponer a la disrupción mientras se limite a los mercados. Por contra, la innovación social no debería ser disruptiva, sino inclusiva. Es cierto que por lo menos de momento, las Administraciones no saben cómo reaccionar a ese nuevo fenómeno, que, según el articulista de El País,  ven como «un mundo que se les escapa como el viento en un paisaje«:

Que esta propuesta sea positiva o negativa para el Estado de bienestar depende de cómo el derecho sepa canalizar sus ventajas y minimizar sus inconvenientes. […] aquí no funciona ni prohibir ni desregular y el legislador parece jugar a perseguir los cambios y llegar siempre tarde.

Los abogados de la disrupción a toda costa tienen razón en observar que la tecnología cambia a un ritmo exponencial, hoy mucho más rápido que el de la gobernanza. Pero no corresponde sólo a la tecnología marcar el ritmo del cambio.

Parece evidente que sufrimos un déficit de liderazgo entre los que gobiernan o quieren gobernar los asuntos públicos. Habrá que reconstruirlo, incluyendo también la gobernanza de la tecnología y sus efectos colaterales. Joan Manuel Serrat manifestaba hace años tener ‘algo personal‘ con tipos que  «juegan con cosas que no tienen repuesto«. Los emprendedores disruptivos con sudadera y zapatillas no había nacido todavía, pero me tienta aplicarles el cuento. Sobre todo si me fijo en quiénes les respaldan.