Equivalente a ‘sin clasificar’. Parte del caos, pues; pero algún sentido tendrá el impulso que llevó a escribirla.

Incluso fuera de Internet, si no eres el cliente, eres el producto

Hoy he dado una pequeña charla sobre liderazgo en esta feria sobre empleo.

Navegando un poco antes por su página web, he topado con la pantalla de registro:

  • Gratis si eres estudiante o buscas trabajo.
  • Pagando si eres un profesional.

Me ha venido a la memoria eso que hemos aprendido en Internet: «Si no eres el cliente, es que eres el producto.»

Más tarde, abriéndome camino entre los jóvenes que se agolpaban frente a los stands de las empresas, pensaba en ello.

La exponencialidad no es una causa, sino una consecuencia

“Idea TFP” is defined as the ratio of the output of ideas to the inputs used to make them.

Es cada vez más habitual que se nos presente la evolución exponencial de las tecnologías poco menos que como resultado de una ley natural e incontestable. Algunos creen en ella, o así lo aparentan, con una fe poco distinta de la religiosa. Otros intentan construir una teoría integrada de la tecnología, presentándola como una fuerza sobrenatural a la que la condición humana y la sociedad tienen la obligación de acomodarse.

A este respecto, los estudios sobre la interacción entre tecnología y sociedad han puesto repetidamente de manifiesto la falacia ideológica inherente a considerar tecnología y sociedad como dos entidades independientes. De hecho, es posible argumentar de forma plausible que el desencadenante de la Revolución Industrial no fue tanto el desarrollo tecnológico como la adopción de la ideología del capitalismo de mercado.  El modo en que las tecnologías se desarrollaron en los laboratorios e implantaron en la sociedad estuvo (y está) directamente influido por el impulso de inversores, que cada vez en mayor proporción son inversores corporativos, representantes de grandes capitales.

Por eso me parece interesante reseñar un estudio de investigadores de Stanford (.pdf) que argumenta que la productividad en la producción de ideas lleva décadas disminuyendo de forma notoria; el ritmo de crecimiento de la tecnologia se mantiene o aumenta como consecuencia de multiplicar los esfuerzos en I+D:

«Exponential growth results from the large increases in research effort that offset its declining productivity.«

Si estos investigadores han hecho bien su trabajo, cuando nos hablen de la evolución exponencial de las tecnologías tendremos que tener en mente que es una consecuencia de un impulso inversor creciente. «Follow the Money«. Al considerar el impacto en la sociedad de las tecnologías exponenciales  hemos de pensar en qué tipo de impacto persiguen quienes invierten en ellas. Podría continuar, pero ahí lo dejo por ahora.

Dos modos de enfocar el test de Turing

Uno de estos días pude ver «The Imitation Game» por la tele (me la perdí en su momento). La conversación entre Turing y el policía que le investiga me trajo a la mente el ‘test de Turing’. El lío de la invasión de los bots  y la proliferación de comportamientos poco racionales en las redes sociales me sugirió entonces la reflexión que he puesto en la pizarra (inspirada en un comentario de Jaron Lanier).

No dudo que haya gente con buenas intenciones persiguiendo la opción de la izquierda. Pero me parece cada vez más evidente que otros, con intenciones menos loables, apuestan en paralelo por la segunda vía. Sin descartar que haya quien juegue a la vez con dos barajas.

 

Facebook y las ranas que se dejan hervir

Infographic: Facebook's Growth Is Fueled by Mobile Ads | Statista

Todos conocéis la historia. Dicen que si se deja caer una rana en un cazo de agua hirviendo, reaccionará saltando fuera. Pero si se aumenta poco a poco la temperatura del agua, se irá acomodando y acabará hervida.

No creo necesario explicar por qué el anuncio de que cómo el móvil se ha convertido en el vehículo dominante de los ingresos de Facebook me ha traído esta historia a la conciencia.

Infografía: Statista

Límites de lo que sabemos y podemos saber

Sin títuloEn La Contra de La Vanguardia conversan con un astrofísico catalán exilado sobre su descubrimiento del Planeta Próxima b, que tal vez sería habitable.

El diálogo incluye el siguiente intercambio:

«¿Dónde está exactamente? En la constelación de Centauro […] Es una estrella enana roja y está a 4,22 años luz de nosotros.»

Lo cierto es que lo único que podemos saber es cómo y dónde estaba hace 4,22 años. Y que tardaremos 4,22 años en saber cómo está ahora. Probablemente los modelos de los astrofísicos les lleven a prever que en el mismo sitio y en una condición parecida a la actual. Pero no podrán estar realmente seguros hasta que alguien lo verifique. ¿O sí?

Puede parecer una observación puntillosa sobre un pequeño detalle. Pero de vez en cuando parece conveniente tomar conciencia de que el conocimiento científico tiene sus límites.

Es algo personal

Según el titular de una entrevista en La Contra,

Facebook ya sabe si Clinton va a ganar y por cuánto

Me parece un uso poco preciso del lenguaje. Facebook no sabe nada; es gente con nombres y apellidos dentro de Facebook. Es gente concreta la que decide interpretar los datos que sus usuarios regalan a Facebook, así como qué hacer con ello. Es también gente concreta a la que se tendría que poder pedir responsabilidades, también concretas, sobre el uso de esos datos.

Se trata, desde luego, una cuestión personal. Igualmente cuando se hace una referencia a «los mercados» en relación al precio de algo, la prima de riesgo o cuestiones así. Los mercados no existen. Es gente concreta, con nombres y apellidos y despachos concretos en edificios concretos los que toman decisiones en nombre del mercado, ese ente ficticio al que se asigna el beneficio de la invisibilidad y demasiado a menudo de la impunidad.

Alguien puede pensar, desde luego, que se trata de una matización irrelevante, o quizá demasiado fina. Sin embargo, todos sabemos que algo cambia cuando nos tomamos una cuestión como algo personal. “Take care of the sense – dice la Duquesa a Alicia – and the sounds will take care of themselves». Pues eso.

Para completar la lista de tus NO

Fuck

Pillo esta foto en la cabecera de una diatriba sobre los valores (discutibles) con los que algunos configuran la ética start-up.

Se me ocurre que más de uno tendrá la tentación de aplicar la misma foto de cabecera a unas cuantas temáticas adicionales.

Cada cual puede hacer su lista. O incluso compilar las listas de todos en algún sitio. Aunque sólo sea para desahogarse un momento. Pero que sea para seguir luego trabajando en algo que valga realmente la pena.

En la ceremonia de compromiso de uno de los talleres de Creative Leadership en Kaospilot, cada uno de los participantes pronunció solemnemente, en presencia del grupo, una frase tal que así:

«En mi futuro como líder creativo, asumo el compromiso de [____________]
diciendo que SÍ a [________________]
y diciendo que NO a [____________]«.

Últimamente, la lista de los NO con la que completaría el titular se está haciendo más larga. Afortunadamente, la de los SÍ resulta cada día más clara.

Una historia de espíritu emprendedor

160717 blogCuentan que el organizador de uno de estos macrofestivales de música tuvo la idea de empezar a ofrecer una retribución a los asistentes por cada vaso de plástico o lata vacía que le devolvieran, sin límite de cantidad. Quizá por conciencia cívica, para evitar en lo posible que el espacio quedara convertido en un vertedero. Quizá para ahorrar costes. No lo sabemos.

Sí sabemos, porque nos lo cuenta un profesor de emprendimiento, que había  habitualmente dos perfiles de personas que aprovechaban este incentivo: los jóvenes que conseguían así dinero para una cerveza más. También emigrantes emprendedores que pagaban la entrada no para escuchar música, sino para obtenenr alguna ganancia a base de canjear cuantos más residuos mejor.

Cuentan que un año el profesor llevó a su hijo de 14 años al festival y le puso en antecedentes de este esquema de limpieza. Luego se separaron, porque cada uno tenía sus preferencias sobre qué música escuchar y en qué compañía. Al reencontrarse, el padre supo que su hijo no había disfrutado demasiado de la música, pero sí había en cambio recogido 150€ canjeando vasos y envases. Le pareció oportuno felicitarle por su espíritu emprendedor.

Al cabo un par de semanas, padre e hijo negociaban qué compensación habría de corresponder a éste último por ajudar a limpiar a fondo, pintar y renovar un enorme trastero de la casa. Cuenta el padre que les costó hacer que su hijo comprendiera que un salario de 150€ por hora excedía los límites de lo que él encontraba razonable.

¿Moraleja?

Vemos según miramos

160505 BlogDos titulares contradictorios en la prensa del 5 de Mayo, ambos basados en un estudio de la Fundación AXA (que no parece estar aún online):

Mi lectura, a tenor del gráfico resumen que añade El País, casi la mitad de los jóvenes universitarios (el 47,8%) aspira a trabajar en una multinacional (22,6%) o en la función pública (25,2%). Sólo el 18.8% se plantean crear su propia empresa.

Estamos habituados a esta disparidad de lecturas en la información política. Parece más sorprendente en una noticia como la que comentamos.

 

Cuando todos tenemos la culpa, pero la responsabilidad no es de nadie

160413 Culpa y responsabilidad ForgesNo debo ser el único en sentirme aludido por esta viñeta de Forges. Esos políticos son los que hemos elegido. Pese a sus manifiestas divergencias, sus posiciones coinciden en algo fundamental: la culpa de todo siempre la tienen los otros. Y, de rebote, los que hemos votado a los otros. O sea, todos menos ellos. Nadie se hace responsable.

¿Qué pasaría si todos los que albergamos últimamente estos sentimientos hiciéramos, por ejemplo, una huelga de votos caídos? Muy probablemente, que los políticos no votados encontrarían la forma de echarnos a nosotros la culpa de la abstención y salir ellos indemnes.

La situación me hace recordar el viejo chiste acerca de un profesional júnior del marketing que justificaba ante su jefe las bajas cifras de venta de su producto argumentando que “He hecho un estudio de mercado y el mercado se equivoca”. Le despidieron. Para una empresa, el mercado es como es; de lo que se trata es de entenderlo o de influir en él.

160409 Economist Facebook coverPero se puede dar la vuelta al argumento, porque la historia funciona también al revés.

 

Un reportaje en The Economist informa de que Facebook vale en Bolsa 325.000 millones de dólares, lo que la sitúa en el sexto lugar del ranking mundial de empresas cotizadas.

Imagino que si hicéramos una encuesta acerca de la justificación de este fenómeno, serían muchos los tentados de argumentar que el mercado se equivoca. Que lo que Facebook produce no vale tanto. Que  no se le debería dar tanto valor.

Una reflexión que podría a extenderse a la valoración de otras plataformas digitales. (No citaré ninguna, pero mis seguidores, si tengo alguno, sabrán que pienso en primer lugar en Uber y similares).

Así y todo, aún tomando el cuenta la enormidad de estas valoraciones, un informe reciente de McKinsey, citado en Fortune, avisa de que:

«En todas las industrias, los disruptores digitales a menudo destruyen más valor para los incumbentes del que crean para ellos mismos.«

Una afirmación que, viniendo de quien viene, debería hacernos reflexionar.

Por dos motivos. En primer lugar porque, como argumenta apasionadamente Douglas Rushkoff en su último libro, la lógica de estas plataformas digitales es «extraer valor de sus participantes y enviarlo hacia arriba». Un arriba con mucha menos gente que abajo, que alberga a financieros y especuladores del 1% con los que la mayoría tenemos más bien poco en común.

Pero, y quizá éste sea el motivo de preocupación más importante, hay también que reflexionar sobre los daños colaterales que genera la destrucción destructiva de (algunas de) estas plataformas. Los vendedores de enlaces no se sienten responsables del futuro del periodismo. Ni las plataformas de streaming del modus vivendi de los músicos. Ni Uber del transporte público. Ni las plataformas de turismo P2P del equilibrio habitacional de los barrios. Ni Facebook de …

No se trata de nada nuevo. La industria se ha hecho en general poco o nada responsable de los efectos colaterales que su actividad ha generado sobre el patrimonio común (los commons). Sobre el medio ambiente, por ejemplo. Algo deplorable, pero también algo  que, por lo menos en los países democráticos, hemos permitido entre todos que sucediera.

Aunque, dirán algunos, todo eso empezó en un tiempo en que los ciudadanos no teníamos el poder de la Red. Los  tiempos han cambiado. ¿O no?

Vayamos de vuelta a la política. Porque parece que la mayoría de los votantes pensamos que lo mejor sería no repetir las elecciones. Tenemos la legitimidad democrática y la red. Y sin embargo, …

¿Dónde encontraremos respuestas y alternativas? Desarrollando una técnica moral que ayude a conseguir que suceda lo que pensamos que tendría que suceder. Apuntando a una innovación social maximalista, que resulte en nuevas instituciones y equilibrios de poder. Y, por supuesto,  encontrando y apoyando el liderazgo transformador que ponga todo ello en marcha.

En ello andamos.