Recortes de El País de estos días. Crisis (¿de liderazgo?) en Podemos. Reflexión de profundidad en la CUP sobre su modelo de organización.
Incluso suponiendo que lo que refleja El País sea imparcial, que pudiera no serlo, sería injusto y demasiado fácil ensañarse con las dificultades de estos nuevos parlamentarios. Porque no es para nada evidente que quienes les critican serían capaces de hacerlo mejor. Cito (como en una entrada anterior) a Daniel Innerarity:
«Las sociedades encomiendan a sus sistemas políticos la gestión de los problemas más complejos […] Se nos olvida que su incompetencia y desacuerdo (de los políticos) se debe a que les hemos trasladado los problemas que no se resuelven mediante una competencia irrefutable […] Ellos discuten para que los demás podamos ahorrarnos las disputas que más nos incomodan.«
Dos posibilidades. Tal vez los activistas (cuya especialidad es oponerse, movilizarse en contra de algo) sean malos candidatos para responsabilidades de gobierno que exigen actuar a favor de algo, construir. Si es cierto que:
«La política consiste en hacer lo posible en un contexto dado, no en un contexto cualquiera.«
quizá también lo sea que:
«No deberíamos esperar de los movimientos sociales lo que éstos no pueden dar […] La política no elige entre el bien y el mal, sino entre lo malo y lo peor […] Esto exige una cierta complejidad del juicio político, de lo que es incapaz el discurso populista.»
De otra parte, desde una perspectiva más esperanzadora, lo que observamos sería una manifestación de una crisis inevitable en todo proceso de crecimiento de una organización. O, si se prefiere de su transición a la madurez. Es la dificultad en pasar de saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Muchos lo hemos experimentado en el paso de la adolescencia, cuando nos dominan los ideales, a la edad adulta, cuando hemos de tomar decisiones, asumir responsabilidades y, casi siempre, aceptar compromisos, aunque sean temporales. Lo mismo sucede, aunque con un nivel adicional de complejidad, en una organización (no sólo en las de naturaleza política):
«Hay una gran diferencia entre expresar una aspiración y decidir entre las alternativas posibles […] Nuestros ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros compromisos revelan quiénes somos.»
El objetivo del crecimiento personal es desarrollar positivamente una personalidad. En el caso de un grupo o de un equipo, el equivalente de la personalidad sería la cultura sobre la que ha teorizado Edgar Schein. Desarrollar una cultura exige alinear a los miembros del grupo tanto en torno a su propósito (QUÉ hacer) como a su modus operandi (CÓMO actuar). Un alineamiento que para nada es trivial:
«Cada grupo debe aprender cómo convertirse en un equipo. El proceso no es automático.«
Hemos de entender que este aprendizaje es un paso obligado, aunque sea todavía pronto para valorar si los partidos emergentes lo superarán o no con nota. Innerarity advierte al respecto que:
«La política es el arte de distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos mantener el desacuerdo.«
Algo que se aplica tanto a la política parlamentaria como a la política interna de una organización, sea o no un partido político. Para quien tenga una aspiración que vaya más allá de sus propias capacidades y recursos, que requiera juntar y alinear una comunidad, un grupo, un equipo, las experiencias de Podemos o de la CUP son una oportunidad de reflexión y, ¿por qué no?, de aprendizaje.
Crecimiento, responsabilidad, liderazgo, crisis
/0 Comentarios/en Transformación /por Ricard Ruiz de QuerolRecortes de El País de estos días. Crisis (¿de liderazgo?) en Podemos. Reflexión de profundidad en la CUP sobre su modelo de organización.
Incluso suponiendo que lo que refleja El País sea imparcial, que pudiera no serlo, sería injusto y demasiado fácil ensañarse con las dificultades de estos nuevos parlamentarios. Porque no es para nada evidente que quienes les critican serían capaces de hacerlo mejor. Cito (como en una entrada anterior) a Daniel Innerarity:
Dos posibilidades. Tal vez los activistas (cuya especialidad es oponerse, movilizarse en contra de algo) sean malos candidatos para responsabilidades de gobierno que exigen actuar a favor de algo, construir. Si es cierto que:
quizá también lo sea que:
De otra parte, desde una perspectiva más esperanzadora, lo que observamos sería una manifestación de una crisis inevitable en todo proceso de crecimiento de una organización. O, si se prefiere de su transición a la madurez. Es la dificultad en pasar de saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Muchos lo hemos experimentado en el paso de la adolescencia, cuando nos dominan los ideales, a la edad adulta, cuando hemos de tomar decisiones, asumir responsabilidades y, casi siempre, aceptar compromisos, aunque sean temporales. Lo mismo sucede, aunque con un nivel adicional de complejidad, en una organización (no sólo en las de naturaleza política):
El objetivo del crecimiento personal es desarrollar positivamente una personalidad. En el caso de un grupo o de un equipo, el equivalente de la personalidad sería la cultura sobre la que ha teorizado Edgar Schein. Desarrollar una cultura exige alinear a los miembros del grupo tanto en torno a su propósito (QUÉ hacer) como a su modus operandi (CÓMO actuar). Un alineamiento que para nada es trivial:
Hemos de entender que este aprendizaje es un paso obligado, aunque sea todavía pronto para valorar si los partidos emergentes lo superarán o no con nota. Innerarity advierte al respecto que:
Algo que se aplica tanto a la política parlamentaria como a la política interna de una organización, sea o no un partido político. Para quien tenga una aspiración que vaya más allá de sus propias capacidades y recursos, que requiera juntar y alinear una comunidad, un grupo, un equipo, las experiencias de Podemos o de la CUP son una oportunidad de reflexión y, ¿por qué no?, de aprendizaje.
Eliminarán trabajos, pero no el mío.
/0 Comentarios/en Tecnológica y Digital /por Ricard Ruiz de QuerolFuente: PEW Research Center, Marzo de 2016
Están de moda las especulaciones cuántos trabajos eliminará la automatización (la confluencia de los robots y el aprendizaje del software), e incluso sobre el futuro del trabajo, leo con interés una encuesta de PEW sobre la percepción de los estadounidenses sobre esta cuestión.
Sorprende de entrada el resultado representado en la gráfica. El 75% de los encuestados considera Seguro o Problable que los ordenadores acaben haciendo la mayor parte de los trabajos que hoy hacen las personas. Pero el 80% piensa que su trabajo no se verá afectado.
Esto puede recordar el viejo aforismo de ver sólo la paja en el ojo ajeno. Pero creo que la cosa va más allá. Recuerdo haber leído (pero no dónde) que algo así como el 90% de los alumnos de un MBA de prestigio estaban razonablemente seguros de acabar el curso entre el 5% mejor de su clase.
Todo éso, claro está, sólo sucede en los Estados Unidos. Nosotros, tranquilos y a lo nuestro.
Responsabilidad social, ¿también para los emprendedores?
/0 Comentarios/en Caórdica, Economía, Social /por Ricard Ruiz de QuerolCopio extractos de un artículo sobre una «Economía poco colaborativa» en El País Negocios. Empieza manifestando que «la promesa de la economía colaborativa es de una belleza irrenunciable«, pero:
Por si fuera poco, los posibles ‘daños colaterales’ no se limitan a los impuestos. Porque,
Más nos vale estar atentos. A los emprendedores disruptivos les encanta la idea de ‘romper cosas‘. En una carta a sus futuros accionistas, antes de su salida a Bolsa, Mark Zuckerberg escribía que:
Nada que oponer a la disrupción mientras se limite a los mercados. Por contra, la innovación social no debería ser disruptiva, sino inclusiva. Es cierto que por lo menos de momento, las Administraciones no saben cómo reaccionar a ese nuevo fenómeno, que, según el articulista de El País, ven como «un mundo que se les escapa como el viento en un paisaje«:
Los abogados de la disrupción a toda costa tienen razón en observar que la tecnología cambia a un ritmo exponencial, hoy mucho más rápido que el de la gobernanza. Pero no corresponde sólo a la tecnología marcar el ritmo del cambio.
Parece evidente que sufrimos un déficit de liderazgo entre los que gobiernan o quieren gobernar los asuntos públicos. Habrá que reconstruirlo, incluyendo también la gobernanza de la tecnología y sus efectos colaterales. Joan Manuel Serrat manifestaba hace años tener ‘algo personal‘ con tipos que «juegan con cosas que no tienen repuesto«. Los emprendedores disruptivos con sudadera y zapatillas no había nacido todavía, pero me tienta aplicarles el cuento. Sobre todo si me fijo en quiénes les respaldan.
Cuando todo el mundo está de acuerdo en que las cosas deben cambiar, pero nada cambia
/2 Comentarios/en Transformación /por Ricard Ruiz de QuerolAcabo de leer «Switch: How to change things when change is hard» (en inglés, porque sale más barato que en español). Recomendable, por más que algún ‘enterado‘ diga que sólo se trata de sentido común básico muy bien ordenado y empaquetado.
Lo he leído buscando, entre otras, respuestas a cuestiones como la siguiente:
¿Qué hacer en situaciones en las que todo el mundo está de acuerdo en que las cosas deben cambiar, pero parece que no pasa nada?
Su respuesta:
Las cosas no cambian si la gente que las puede cambiar no está motivada. Pero motivarla a base de consignas ambiguas o, aún peor, descalificaciones de los demás no basta. Han pasado cinco o seis años desde que el best-seller de Stéphane Hessel consagró la indignación como motor de cambio. Suficientes para demostrar que la indignación por sí sola no genera cambios.
Daniel Innerarity, autor de un muy recomendable «La política en tiempos de indignación» (que comentaré en una próxima entrada) lo resume muy bien en una entrevista en «La Contra» de La Vanguardia:
Señalar, denunciar, demonizar lo que estorba y hay que cambiar es mucho más fácil que construir alternativas. Como estamos viendo, por ejemplo en Barcelona, convertir buenos activistas en buenos gobernantes no resulta nada trivial; ni siquiera para los activistas. Innerarity es bastante radical al respecto:
Dicho todo ésto, lo que me parece cada día más claro es que las recomendaciones para un cambio de chip que proponen los autores de Switch sólo abordan dos de los tres ingredientes del cambio transformador: La dirección, que resulta del buen pensar; y el compromiso, cuyo origen es el buen sentir. Pero para conseguir un cambio en el que sea necesario la contribución de muchas personas, y más aún si lo que hace falta es un liderazgo distribuido, el elemento crítico, escaso, intangible y delicado, a menudo ignorado es el alineamiento. Casi siempre el más difícil. Tema para una próxima entrada.
Imagen: The Economist 17/5/2014
Zuckerberg pasa revista a sus (¿tropas?)
/0 Comentarios/en Tecnológica y Digital /por Ricard Ruiz de QuerolAlgunas publicaciones, como The New Yorker, hacen regularmente un concurso entre sus lectores, pidiéndoles propuestas para el pie de una viñeta.
Pienso que ni siquiera los dibujantes más atrevidos hubieran imaginado una viñeta con una situación como la que recoge esta foto de Mark Zuckerberg en el Barcelona Mobile World Congress. Pero sería interesante ver cuáles serían los resultados de un concurso en el que alguien con suficiente audiencia (soy consciente de no tenerla) pidiera propuestas sobre el pie de foto que sería más apropiado.
A mí, particularmente, me evoca la imagen de un jerarca, pasando satisfecho revista, no sé si a sus tropas o a sus súbditos.
Una entrada en la edición digital del Washington Post acaba con una cita de Neil Postman que no es exactamente un pie de foto, pero así todo sugerente:
¿Habría que poner límites a la velocidad digital?
/0 Comentarios/en Social, Tecnológica y Digital /por Ricard Ruiz de QuerolUn artículo («Vidas aceleradas«) de Judit Carrera en El País me impulsa a añadir algunas de sus reflexiones a mi última entrada sobre el neoludismo y el debate sobre el ritmo deseable de la aplicación social de los avances tecnológicos.
Extraigo, sin más comentarios, los párrafos que más me han llamado la atención:
Materias para reflexionar individualmente. También para buscar, diseñar, fabricar espacios en que llevar a cabo una reflexión colectiva.
Si no hubiera luditas, habría que inventarlos
/1 Comentario/en Economía, Social /por Ricard Ruiz de QuerolEn su último boletín mensual, el servicio de estudios de Caixabank publica un editorial motivado por la «creciente presencia de ideas neoluditas en los medios de comunicación y algunas corrientes de opinión». Un editorial que contiene tesis equivocadas, o como mínimo discutibles.
Empezando por la caracterización que sea hace de los luditas como un movimiento «que se dedicaba a destruir la nueva maquinaria«. Cierto sólo a medias. Porque la destrucción de alguna maquinaria, no de toda la maquinaria, no era el objetivo central de los luditas, sólo una téctica de protesta. Cito de «Lessons of the Luddites«:
Los luditas intentaron (sin éxito) defender a la sociedad de una forma de Revolución Industrial que «conllevó dislocaciones económicas y sociales enormemente dolorosas«. No se oponían a la tecnología, sino a que el progreso tecnológico se pusiera al servicio de los nuevos capitalistas que pretendían «liberar a la vida económica del control social y político […] mediante la construcción de una nueva institución, el libre mercado, y la destrucción de los mercados más arraigados» (J. Gray).
El editorialista de Caixabank advierte, con razón, que aumenta el número de quienes propugnan una visión crítica del progreso tecnológico. Como muestra, estos recortes de El País de ayer:
El meollo de la cuestión es que, en palabras de L. Winner, «la construcción de un sistema técnico que involucra a seres humanos como parte de su funcionamiento requiere una reconstrucción de los roles y las reglas sociales”. Lo que se discute (y hay que discutir) es si hemos de aceptar que la política se supedite al ritmo de un desarrollo tecnológico supuestamente autónomo e imparable, como sostienen, por ejemplo, desde la Singularity University:
O si, por el contrario, es el desarrollo tecnológico el que debería encajarse en las reglas de una buena política.
Entretanto estas cuestiones se asientan, desde la web del Smithsonian sugieren que tiene sentido saber también pensar como la haría un ludita:
P.S. (Más sobre el editorial de Caixabank en una próxima entrada).
Ilustración: Smithsonian Magazine
Una visión maximalista de la innovación social
/3 Comentarios/en Social /por Ricard Ruiz de QuerolEsta nueva publicación sobre el estado del arte en la innovación social contiene un interesante y provocador ensayo de Roberto Mangabeira Unger, un intelectual capaz de escribir sobre política, religión y física matemática.
Para Mangabeira, la innovación social (entendida como «la creación de nuevas formas de actuación y cooperación en alguna parte de la sociedad») tiene sentido en los ámbitos de la vida social que no están adecuadamente cubiertos ni por los mercados ni por el estado; que se sitúan en una tierra de nadie entre las actuaciones de la política y la economía actuales, por lo que requieren de iniciativas que ni las empresas ni las instituciones políticas parecen capaces de concebir y promocionar.
Como ejemplos de situaciones sobre las que la innovación social exigiría cambios en la estructura institucional de la sociedad, y en particular en los modos de organizar la producción y el poder, el filósofo cita entre otros los siguientes:
En este contexto, el autor distingue entre dos versiones, minimalista y maximalista, de la innovación social:
Mangabeira se declara partidario sin reservas de la versión maximalista, la única potencialmente capaz de alcanzar su objetivo. Su postura, al considerar que «ninguno de los fallos de las sociedades contemporáneas, ricas o pobres, puede resolverse dentro de los límites del compromiso socialdemócrata»:
Su conclusión es radical:
Sugiero leer «Algo va mal«, el clásico todavía actual de Tony Judt, desde esta óptica.
Deberes: ¿Por qué el autor no menciona para nada en su ensayo la perspectiva de una ‘innovación social disruptiva’. Mi respuesta en una próxima entrada.
La innovación más necesaria hoy es la social
/0 Comentarios/en Social /por Ricard Ruiz de QuerolParto del artículo «Tecnología y Desigualdad«, publicado en La Vanguardia por un economista de reconocido prestigio.
Siendo como soy de clase media, un pronóstico nada tranquilizador.
La recomendación del economista frente a esas fuerzas poderosas (la globalización y el cambio técnico) es «huir de las siempre fáciles soluciones populistas«, que en estos días vienen tanto de la izquierda como de la derecha.
La realidad, en mi opinión cada vez más evidente, que hemos de reconocer es que la expansión de la tecnología no es consecuencia de una ley universal, sino del impulso de grupos concretos e ideologías concretas, que incluyen concepciones también concretas de las configuraciones económicas y sociales que les interesan. Ideologías que conducen a objetivos más alineados con sus intereses particulares que con el interés general. Con el añadido de que no tendrán ningún reparo en acaparar los beneficios a corto plazo y dejar a otros la responsabilidad de lidiar con los daños colaterales de su versión de progreso.
No es la primera vez que eso sucede.
Ya en 2001, The Economist, un medio poco sospechoso de radicalismo antisistema, publicó bajo el titular «Profits over people» un artículo que hoy puede leerse como premonitorio. Entresaco un párrafo para reflexionar:
Quizá la sociedad en general acabe ganando con los cambios con el concubinato del capitalismo liberal, la globalización y la tecnología. Pero quizá no. Y, en todo caso, no me parece de recibo dar por inevitable que hayan de haber necesariamente consecuencias devastadoras a corto plazo para una parte importante de la ciudadanía.
Sobre esta cuestión, Peter Drucker escribía en 2001, también en The Economist:
Una predicción que refuerza recordando que:
En esta línea, pienso que la realidad que hemos de reconocer que muchas las teorías e instituciones que más o menos nos han funcionado en el pasado han perdido validez y/o eficacia. Necesitamos pues grandes dosis de innovación social, como mínimo del mismo calibre que las de innovación tecnológica que por ahora dominan el discurso.
Enlazando con una entrada anterior, es evidente que la tecnología abre cada vez más posibilidades; pero queda por ver cómo añadimos:
Crédito: Viñeta de Forges, publicada en El País (20/1/2016)
La tecnología hace cada vez más necesaria la filosofía
/1 Comentario/en Filosofía, Tecnológica y Digital /por Ricard Ruiz de QuerolDetecto (no debo ser el único) un constante flujo creciente de noticias sobre los avances en robótica y en variantes de la inteligencia artificial. Muchas de ellas en la línea de destacar (y a menudo celebrar) la superioridad de las máquinas sobre los humanos.
Se nos informa, por ejemplo, de que los ingenieros de Google han conseguido programar una máquina que juega al Go a nivel más alto. Al informar sobre ello, el editor escribe que:
Una frase como mínimo desafortunada, además de condescendiente. En línea con la tendencia, denunciada hace ya un tiempo por Jaron Lanier de ‘presentar a la gente como obsoleta para que los ordenadores parezcan más avanzados‘. Porque, aunque no tengo el gusto de conocerle, apuesto a que el campeón de Go que perdió cinco partidas consecutivas contra el ordenador de Google le da ciento y raya en varios centenares de conocimientos, capacidades, habilidades, relaciones y actividades disfrutables en las que ese ordenador en particular no tiene la más mínima capacidad de competir. Suponiendo, además, de que lo importante sea competir.
En un contexto menos sofisticado, uno de nuestros ilustres ilustrados-TIC inicia así una entrada en su blog:
No se trata de desliz, sino de un reflejo de su ideología, como prueba el párrafo final:
Lo que caracteriza a las ideologías, y a los sofistas que las proclaman, es que sus supuestos de base permanecen casi siempre ocultos. Y no por casualidad, sino porque las ideologías, incluso la tecnocrática que se está convirtiendo en dominante, sirven a intereses por lo general no generales (viñeta de El Roto en El País de 28/12/2015). Creo detectar dos de estos supuestos implícitos en la entrada de nuestro ilustrado-TIC:
Creo que ambas son demostrablemente erróneas. Y a la vez un síntoma de la necesidad (urgente, porque los sofistan empujan), de retomar la filosofía. Porque:
y también
Tanto la ciencia como la filosofía enseñan (a quien quiera aprenderlo) la importancia de plantear las preguntas correctas. Las respuestas sólo son buenas en tanto que se refieren a buenas preguntas, y las que los tecnócratas se hacen no siempre lo son. Al arte y a la filosofía (los filósofos son artistas del lenguaje) corresponde hacerlas. Y al diseño crear buenas soluciones. Y al liderazgo conseguir ponerlas en práctica. Será cada vez más importante poner a cada cual en su sitio.
Crédito: Imagen adaptada de una conferencia de John Maeda.