Dividendos digitales: atacar las causas, no los síntomas

160327 2 BlogCopio de un informe reciente del Banco Mundial sobre «Dividendos Digitales«:

«Las tecnologías digitales se han expandido rápidamente en gran parte del mundo. Los dividendos digitales – el desarrollo amplio de los beneficios del uso de estas tecnologías – se han quedado atrás […]. El efecto de la tecnología en la productividad global, el aumento de oportunidades para los pobres y la clase media, y la propagación de gobernanzas responsables ha sido hasta ahora menor de lo esperado; […] el crecimiento global de la productividad se ha desacelerado; […] los mercados de trabajo se han vuelto más polarizados y la desigualdad va en aumento, sobre todo en los países más ricos, pero cada vez más en los países en desarrollo […] Mientras que las tecnologías digitales se han extendido, no así los dividendos digitales. ¿Por qué?«

La pregunta está bien planteada. Pero es en las respuestas donde el informe se queda (muy) corto. Tanto en lo que señala como, sobre todo, en lo que omite.

Los autores reconocen que maximizar los dividendos digitales requiere una mejor comprensión de cómo la tecnología interacciona con otros factores que son importantes para el desarrollo – los ‘complementos analógicos’. Señalan, por ejemplo, el impacto de las tecnologías en el trabajo:

«La tecnología potencia las habilidades más altas a la vez que conduce a la sustitución de puestos de trabajo rutinarios, obligando así a muchos trabajadores a competir por empleos de baja remuneración […] Cuando Internet automatiza muchas tareas pero los trabajadores no poseen las habilidades que la tecnología potencia, el resultado será una mayor desigualdad, en lugar de una mayor eficiencia.»

Cierto, pero insuficiente. Porque ni Internet ni la tecnología automatizan nada. Quienes lo hacen son las organizaciones que adoptan la tecnología para reemplazar personas, amparadas por un estado de opinión y un entorno de mercado que priman la eficiencia económica por encima de la eficiencia social. Que identifican el progreso con el aumento de la intensidad tecnológica y de la eficiencia, sin hacerse responsables de los daños colaterales.

Al utilizar un lenguaje en que Internet aparece como causa, y no como lo que es – un instrumento – se obvia la raíz del problema.

La referencia que se hace a la posición dominante de las grandes plataformas digitales que actúan como intermediarias en un número creciente de mercados es otro ejemplo.

«La historia económica muestra que las empresas tienen la tentación de explotar una posición dominante. Las grandes empresas de internet no son una excepción. La economía de internet favorece de forma natural las posiciones de monopolio, de modo que algunas plataformas dominan sus mercados. Sus beneficios son tan elevados que pueden capturar rápidamente nuevos mercados comprando a sus competidores. Las startups locales quedan relegadas a mercados de nicho.»

Lo que la historia de verdad muestra es que la economía no tiene leyes en el mismo sentido que las de la Física, por ejemplo. Sus reglas son totalmente una creación humana, y por tanto contingente.

«Antes que las leyes económicas, existen las leyes […] Una vez creado el marco jurídico, la econocracia puede crear la ficción de que las leyes económicas son ‘universales’ y ‘naturales’, ya que se ajustan mágicamente a la legislación vigente. La economía no es más que una rama especialmente virulenta del derecho.» (A. Baños)

Lo mismo es aplicable a Internet y a la economía de Internet.

En su habitual estilo combativo, Evgeny Morozov se despacha sobre este asunto en una pieza reciente en The Guardian: «The state has lost control: tech firms now run Western politics.» En un tono más reposado, Yochai Benkler apunta, también desde The Guardian, a la misma cuestión: la combinación de Internet y la globalización han tenido como consecuencia aumentos de flexibilidad, pero también la dispersión de poder:

«La ubicación del poder se determina institucionalmente, no tecnológicamente […] Sólo construyendo contrapoderes, políticos, legales, sociales y técnicos tendremos una distribución más igualitaria de la riqueza y de los ingresos.«

Cierto. Más allá de los síntomas, lo que es cada vez más evidente es una apropiación cada vez mayor de Internet desde estructuras de poder más interesadas en apropiarse de los dividendos digitales que de distribuirlos. Así y todo, muchos siguen (seguimos) con la dificultad de progresar desde el saber QUÉ queremos hacer, o creemos que hay que hacer, a CÓMO ponerlo en práctica. Aunque pedirle al Banco Mundial que nos lo dijera sería, no os parece, pedirle demasiado.

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